Las sonrisas más inocentes

Precios populares en las atracciones hacen de efecto llamada para niños y mayores, que llenaron el recinto ferial

15 oct 2021 / 18:04 H.
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No era día para decirles que no. Los consentidos de la casa estaban de suerte, era su momento y lo cierto es que las ganas de cacharricos, de algodón de azúcar y de participar en las distintas tómbolas para lograr un premio se hacían palpables en forma de gritos que clamaban: “Mamá, mira, yo quiero montarme ahí”, “¡Dame diez euros!”, “Qué chulo” y un largo etcétera que denotaba que los protagonistas del día eran ellos, sola y exclusivamente ellos.

Las sonrisas más inocentes

Lo normal ayer era contemplar casi ojiplático las largas colas que se formaban en las distintas taquillas de las atracciones. Bueno, lo normal si uno no participaba de ellas, y es que el Ayuntamiento de la capital, como es habitual, fijó este jueves y el próximo lunes 18 de octubre como el Día de los Peques en el parque de atracciones “Jaén Auténtica”, integrado en el recinto ferial “Alfonso Sánchez Herrera”, por lo que todas las atracciones —excepto las de “jumping”, más caras— estuvieron a un precio de dos euros.

Las sonrisas más inocentes

“Nena, me voy a las camas elásticas”, le decía con aire de extenuación una madre a otra mientras su retoño tiraba de ella con una fuerza impropia de un niño pero justificada en la ilusión y las ganas que le brotaban de los mismos ojos. La jornada, sin incidencias, transcurrió con la emoción de los pequeños como absoluta protagonista. Saltaban en el sitio inquietos por la espera para entrar en las atracciones, este año un poco más larga debido a las labores de desinfección que los feriantes llevaban a cabo entre pase y pase, corrían como locos de un punto a otro mientras sus padres y abuelos luchaban contra viento y marea para no perderlos de vista entre la muchedumbre, cada vez más grande a medida que el sol se preparaba para dejar paso a la luna.

Las sonrisas más inocentes

Una de las atracciones que copó mayor atención fue un clásico que no debe faltar en toda buena feria —este año fiestas— que se precie: El ratón vacilón. Las luces, los colores y el tanto emocionante como veloz recorrido de este cacharrico sirvieron de efecto llamada para cientos de niños que, entrada en mano, aguardaban con toda la paciencia que sus ansias de diversión les permitían.

Era el día de los niños, pero para ser justos, hay que decir que no solo ellos disfrutaron, puesto que los mayores también se convirtieron en pequeños para, junto a sus hijos, disfrutar de la jornada con motivo de las Fiestas de San Lucas, celebración que pasará a la historia por ser, dentro de unos años, aquella en la que las imágenes de niños con mascarilla en los coches de choque, por ejemplo, eran, lamentablemente, habituales. No obstante, debe primar la seguridad para la adecuada celebración de estas fiestas y el uso de la mascarilla es algo con lo que tanto grandes como pequeños están más que concienciados, aunque de todo hay, como en la viña del Señor.

No comenzó el bautizado como Día de los Peques hasta bien entrada la tarde. Los que se acercaron a comer al ferial apuraban sus platos, a eso de las cuatro, y los primeros niños acompañados de sus padres bajaban por la cuesta del ferial cuando aún era demasiado pronto para pensar en cómo la iban a subir después. Todo en su momento. Los siguientes llegaron con las primeras copas de los otros y cuando el ahora de moda “tardeo” llegaba a su máximo esplendor, el “Alfonso Sánchez Herrera” bullía más que felicidad.

Las sonrisas más inocentes

De hecho, tal era la impaciencia de una niña, que corría cuesta abajo por el lateral mientras desoía el consejo de su padre. “¡Por ahí no, princesa, que hay cristales de los nenes del botellón!”, le decía. El ciclo de la vida, todo llega, todo pasa, todo cambia, pero hasta entonces, los niños son solo eso, niños que se estremecían al probar un poco de algodón de azúcar, que se emocionaban golpeando un saco para medir su fuerza, que gritaban si su amigo chocaba muy fuerte con ellos en los autos locos, que saltaban de emoción cuando conseguían su premio favorito en la tómbola, que se concentraban hasta el extremo para pescar el mejor patito y que estiraban el brazo para pedir más y más porque dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno, pero eso no valía para unos pequeños que, se dice pronto, llevan 725 días, más de 103 semanas —tiempo transcurrido desde el último San Lucas precoronavirus—, sin disfrutar de nada parecido a una feria. Tras el encierro, las clases virtuales y las medidas de seguridad que les han robado un pedacito de su infancia, el día de ayer no era para decirles que no. Sí, sí, sí y mil veces sí.

Jaén