Hoy hace 20 años que nos dejó Esteban Ramírez, uno de los últimos humanistas del siglo pasado

11 feb 2019 / 20:16 H.

Hoy hace veinte años que moría uno de los jienenses que más han trabajado por esta tierra y sus gentes en la segunda mitad del siglo pasado, Esteban Ramírez Martínez. Veinte años que parece que fue ayer, veinte años que no han borrado las huellas que dejó su intensa vida. Esteban Ramírez era una personalidad profunda, con una viva inteligencia y una forma de poner en marcha proyectos con luz larga. Esteban fue quien, con luz larga e ideas claras, puso sobre el mapa provincial un medio de comunicación que ayudará a vertebrar esta tierra desvalijada, expoliada, vejada y necesitada de la autoestima que cortara la herida por la que se desangraba. Supo poner un sueño dibujado en su tierra pues, como decía Hördelin: “La mayor parte de lo que somos se debe a ese rayo de luz que golpeó nuestra frente al nacer”. Trabajó como sacerdote primero, como profeta entre los pobres, como pionero de proyectos sociales en Jaén, España y Latinoamérica, fue una máquina de ideas que ponía en marcha con tesón. La ultima la comunicación. Luis María Ansón decía que una cabecera de periódico es fruto de un sueño que nos supera y desborda, a la vez que nos da luz para ser responsables del sueño. Pese a su poliédrica actividad, veinte años después de su muerte, hay algo que quiero destacar, algo no muy destacado en sus biografías, y es su capacidad intelectual en años de regeneración ideológica.

Esteban Ramírez, aunque nacido en Torredonjimeno en 1931, moría en 1999, en los umbrales del nuevo milenio. Hijo de Manuel y Aurora, se crió junto a un tío carnal, Juan José Martínez, párroco de Siles. En la mirada del joven Esteban asomaba un destello de búsqueda de nuevos horizontes. Se ordenó sacerdote en 1956 y comenzó, con el convulso brío de los soñadores, abrazando a las gentes sumidas en el hambre, la miseria y el analfabetismo en aquella sierra, “córcovo del mundo”, como la llamó Quevedo. Viajó por la geografía de la pobreza Latinoamericana, coordinó los trabajos de Cáritas Nacional en el terremoto de Managua en 1971 y en campamentos de refugiados saharauis en Argelia. Luchó con el ardor de los soñadores por una sociedad española nueva, libre y abierta. Conoció el Mayo del 68 francés y optó por el olor del sudor y el barro de la pobreza consentida, abandonando el olor fétido de las sacristías. Fue blanco de ese vicio clerical de la calumnia y el desprecio, pero siguió trabajando en las periferias. Y no desde el sentimentalismo, sino comenzando por el estudio que amuebla la cabeza y pone firme al corazón, sin dejar de sentir su calor. Se trasladó a Madrid para estudiar no solo Teología Pastoral en el instituto León XIII, sino también en Ciencias Empresariales, Sociología y Ciencias Políticas.

A su vuelta era nombrado delegado de Cáritas y Migraciones. Tenia cuarenta años, conocía de primera mano la profunda renovación de la Iglesia, venía con una importante formación en ciencias modernas, lo que podía servirle para abrir puentes de diálogo con una sociedad cada vez más agnóstica y con un movimiento político y sindical que en la clandestinidad esperaba la muerte de Franco. Esteban abrió las puertas de sus oficinas en el Obispado para que se reunieran grupos políticos socialistas a los que se les venían negando locales de reunión. Y pues no era hombre de medias tintas, apostó por la actividad política, él decidió en conciencia presentarse en las listas para al Senado; y el obispo aplicó la normativa eclesiástica, pidiéndole elegir. Esteban optó por adentrase en las entrañas de la sociedad y se alejó del estamento eclesiástico, pero nunca de la fe.

Hay dos estudios realizados por él y que nos muestran ser pioneros en Jaen de los estudios sociológicos, y que llevó a cabo, paralelamente a los proyectos de alfabetización en zonas rurales , el Cemas.

El primero de los estudios arrancaba con un folio que, a modo de portada, decía: “Evolución de la población y saldos migratorios de la provincia de Jaén entre 1940 y 1970”. El otro estudio, coordinado también por él, resultó ser nada más y nada menos que el documento en el que se recogía el resultado de una encuesta realizada al clero de la diócesis, en la que se abordaban preguntas osadas y valientes y que sería presentado a la Asamblea Conjunta de Obispos-Sacerdotes, celebrada en Madrid; y que, a juicio de los modernos historiadores, supuso el inicio de una nueva era en la historia de la iglesia española.

El estudio sobre la emigración desde 1940 a 1970 es quizás de los primeros en realizarse de aquella sangría migratoria que sufrió Jaén tras la contienda civil. Encontré estos folios por casualidad revueltos; los ordené y los llevé a encuadernar a la Imprenta Cruz, que me cobró por el trabajo una elevada cantidad que, a buen seguro, aplicaban a los despistados estudiantes. Conté mi hallazgo en el Obispado, incluso a algunos profesores. Pregunté si había en los archivos algunos originales de los folios fotocopiados que encontré, por si me faltaban algunos. Nada había en los archivos del Obispado de los años de Esteban Ramírez como delegado de Cáritas y Migraciones. Ya entonces aquel curita mimado por el obispo Romero Mengíbar fue defenestrado por su sucesor, influenciado y manejado por su corte áulica y envidiosa.

Atravesó un desierto árido, pero un día vislumbró en la comunicación el futuro y se embarcó en el mundo empresarial periodístico. Primero, en Córdoba, fundando, junto a otros, el diario “La Voz”, siendo a la vez accionista de “Diario Córdoba”. Desde 1988, fue Presidente del Consejo de Administración de Diario JAEN, ciudad a la que volvió para seguir inyectando en las venas abiertas y desangradas, la sangre de la autoestima. En el ultimo discurso, decía: “No me cansaré de proclamar, con voz vieja, el que es mi orgullo principal: ser de Jaén, vivir en Jaén, e incluso, morir en Jaén”.