Divididos entre la aceptación, el rechazo y la indiferencia

Comercios y bares cumplen, en general, el plan de ahorro energético

12 ago 2022 / 06:00 H.
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Pasadas las doce del mediodía, Carlos Leal, detrás de la barra de su bar de la calle Campanas, abre una botella de refresco de 30 centilitros y coloca dos cafés en la bandeja. Antes de servirlos en la terraza se seca el sudor de la frente. El aire acondicionado marca 25 grados. El Real Decreto-ley de ahorro energético aprobado por el Gobierno de España y que entró en vigor la medianoche del miércoles obliga a que la temperatura no baje de 27 grados en edificios públicos, locales comerciales, espacios culturales, estaciones y aeropuertos, pero en bares, restaurantes y otros locales en los que la actividad no sea sedentaria, se permite a 25. “Lo cumplimos, pero de momento”, advierte antes de aclarar: “Esto es como nada, aquí hay diez o doce máquinas funcionando, y a 25 grados es como si no tuviéramos el aire puesto”. Fuera, los termómetros marcan cerca de 40. Ayer, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) activó, sobre la una de la tarde, avisos amarillos por altas temperaturas en varias zonas de la provincia. En la primera mañana de aplicación obligatoria de las medidas del Real Decreto de ahorro energético, el comercio y la hostelería de la capital se movió entre la aceptación, la indiferencia y el desacuerdo, pero, por lo general, se acató la norma.

En la calle Roldán y Marín, en pleno meollo de la actividad comercial de la ciudad, María Segovia trabaja en una tienda de chucherías, golosinas y granizadas, donde precisamente el frío es imprescindible para el producto. El decreto, sin embargo, se cumple a rajatabla: el aire acondicionado del local marca 27 grados. “Mi jefe vino y nos dijo que la temperatura tenía que ser esa”, explica. Antes el aparato solía marcar entre 23 y 24 grados, pero en la tienda ni siquiera esperaron a que entraran en vigor las medidas de ahorro de energía para cumplirlas, sino que ya se adaptaron el 1 de agosto, cuando se aprobó el decreto. “Incluso teníamos dos aires y ahora sólo encendemos uno, y de momento, va bien la cosa”, indica. En su tienda la puerta está cerrada, como también dicta la norma para evitar que el fresquito se fugue, y el resto de locales de la zona se reparten entre los que también acatan este punto del Real Decreto y los que mantienen sus puertas abiertas de par en par. Pero es que hay algunos que no tienen puertas, tan sólo la persiana de cierre. Da la sensación de que, por regla general, cada cual sigue haciendo lo mismo de siempre.

Sonia Estepa, que tiene una tienda de moda infantil en la calle San Clemente, confiesa cierta indiferencia: “No he estado muy pendiente de las medidas, no sé ni a la temperatura que ponía antes el aire, no lo he cambiado”, afirma. En la tienda hace cierto calor. Lo que sí ha hecho, según Sonia, es modificar el sistema de alumbrado del escaparate para que se apague a las diez de la noche, otra de las medidas del Real Decreto que han suscitado debate. El martes por la noche ya hubo quien lo cumplió, a pesar de que todavía no era obligatorio —la norma entró en vigor dos horas después, a medianoche—.

“Yo lo de los 27 grados lo veo absurdo”, expresa Fernando Extremera, que regenta una tienda de jamones y embutidos a la espalda de la Catedral. Es el ejemplo de que las medidas energéticas no esquivan la polémica y el rechazo en la capital. “Para tenerlo a 27 grados, ni lo pongo. Yo tengo aquí cuatro frigoríficos y, si estás cerca, hace mucho calor. Necesito tener el aire a 24 grados, mi mujer está más concienciada con el tema y lo pone a 25, pero con esa temperatura aquí ya no se está a gusto”. Su aparato marca precisamente eso, 25 grados. Muy crítica también se muestra Paqui de la Torre, que tiene un bar en San Ildefonso, muy cerca de la Plaza de la Constitución. “Esto no sirve para nada. Estamos hasta las narices de imposiciones, hemos salido de una pandemia y no nos pueden exigir más normas. Yo creo que ya es el momento de que nos dejen vivir”, espeta en un grito cargado de indignación y enfado. Ello no evita, sin embargo, que acate el Real Decreto. Paqui entra en la cocina y sale con un termómetro en la mano que marca 27 grados. “Así estoy en mi cocina”, destaca. Lo dicho, indignada, pero cumplidora.

Jaén