De la arena marismeña al olivar

La Hermandad del Rocío regresa contenta y coloca el Simpecado en su sede

12 jun 2019 / 12:00 H.

Los rocieros llegaron ayer de vuelta a casa con gestos de cansancio en sus rostros, algo de polvo del camino y la alegría de que todo salió a pedir de boca. La carreta de plata con el Simpecado recorrió las calles de Jaén de regreso a su sede canónica en la iglesia de San Juan de la Cruz. La cita, como cada año, comenzó al final del Gran Eje. Allí llegó la comitiva con los hermanos mayores a la cabeza. A partir de las siete de la tarde, se fueron acercando otros rocieros que ya se encontraban en Jaén para recibir a sus hermanos en la fe por la Blanca Paloma. Todos están ya de vuelta a casa, al mar de olivos, tras haber disfrutado en las arenas marismeñas de una romería que, como siempre, es única para el rociero. El regreso ayer por la tarde del Simpecado a su sede canónica se hizo con una alegría manifiesta. Las mulas que habían hecho el camino fueron enganchadas en la carreta. Los fieles acompañaron al Simpecado en procesión, a golpe de tamboril y con la melodía de la flauta. Juntos cantaron a la Virgen agradecidos por haber llegado al destino de vuelta y sin ningún incidente.

Más de 400 romeros jiennense completaron el camino gracias a la gran organización de la Hermandad del Rocío de Jaén. “Todo ha salido muy bien. Hemos vivido una romería excepcional”, explica el presidente de la institución, Antonio Ángel Rodríguez. “Estamos muy satisfechos, porque no solo estamos hablando del camino, sino de los actos que celebramos a lo largo de todo el año”, añade. La caravana de carretas de la Hermandad llegó hasta la Puebla del Río, desde donde los romeros hicieron el trayecto a pie hasta Almonte. Allí llegaron en torno al jueves al mediodía. No fue hasta el sábado por la tarde cuando la filial jiennense hizo su presentación ante la Blanca Paloma, en uno de los momentos más emotivos para los romeros. Ha sido una romería en la que ha vuelto a reinar la fraternidad y la hermandad, en la que los rocieros del Santo Reino han disfrutado de sus cantos y de sus rezos, de un ambiente de camaradería y de la experiencia de volver a ver el rostro de su Virgen del Rocío un año más. La vuelta a casa, al mar de olivos desde las arenas de la Marisma, no es más que el primer episodio de la próxima Romería.