Messi logra un póker de goles que lleva al Barça a semifinales 4-1

GINÉS MUÑOZ / BARCELONA
Enorme, maravillosa, superlativa, histórica, insuperable,indescriptible, memorable. Los adjetivos se quedan cortos para describir la exhibición que Leo Messi dio ayer en un Camp Nou abarrotado que se frotaba los ojos como si no se creyese lo que estaba viendo.

    07 abr 2010 / 09:24 H.

    Un recital de fútbol un póquer de goles de la “Pulga”, el crack con mayúsculas, el mejor jugador del planeta, el que probablemente se convierta, sino lo es ya, en el mejor futbolista de la historia, colocó al Barcelona por tercera vez consecutiva —cuarta en cinco años— en la semifinales de la Liga de Campeones. Los que anoche estuvieron en el estadio, los que lo vieron por televisión recordarán el 4-1 del Barcelona al Arsenal por todo lo que hizo Messi. Arsene Wegner y sus muchachos, sin duda, también. Y eso que el Arsenal llegó con la lección aprendida al Camp Nou. En el Emirates quiso jugarle de tú a tú al Barça y sólo la milagrosa actuación de Almunia le salvó de recibir una goleada histórica. Wenger pensó que sin Cesc, Arshavin y Song, osar disputarle de nuevo la hegemonía del balón al campeón de Europa hubiera sido prácticamente como entregar la eliminatoria. Así que disfrazó a su Arsenal de equipo pequeño, con las líneas muy juntas, Diaby persiguiendo a Xavi por todo el campo y los puntas presionando a Márquez y Milito para complicarles la existencia cada vez que querían sacar el balón jugado desde atrás. De este modo, los gunners, agazapados atrás, esperaron su momento en busca de un gol de estrategia, de una contra milagrosa que sembrara la incertidumbre en el Barcelona y pusiera patas arriba el 2-2 de la ida.
    Y esa contra llegó pasado el cuarto de hora. Un contragolpe que estuvo precedido de una clarísima falta de Diaby a Milito que el colegiado alemán Stark no pitó, permitió la internada de Walcott y el doble remate del gigantón Bendtner —el primero contra Valdés y el segundo a gol— que volteaba la eliminatoria. Pero no hay planteamiento táctico ni gol, por injusto e inesperado que sea, que pueda neutralizar un jugador como Messi. El argentino, que ya había puesto en aprietos a Almunia un par de veces al inicio del partido, tardó tres minutos en neutralizar el tanto del conjunto británico y darle la vuelta al partido.
    Primero fue un obús desde la frontal, poco después una precisa definición dentro del área. Antes del descanso, la culminación de una contra con una vaselina antológica. Entre gol y gol, una repertorio inagotable de quiebros, regates, cambios de ritmo y remates que no entraron por poco. Él solito descompuso a un Arsenal que empezó muy serio y ordenado y que acabó hundido.