Los lunes al sol en el campo de Linarejos
Se sientan al sol de otro lunes más, ese lunes tan odiado por esos “raros privilegiados” que tienen eso que se llama trabajo. Los días de partido, Santa y compañía, aprovechan la amistad con un antiguo compañero de la fábrica, ahora recolocado como guarda de seguridad, para ver a su equipo de fútbol desde la azotea de un viejo edificio en obras.

Allí, bocadillo y lata de cerveza en mano, mientras siguen parte del juego —una visera de la tribuna les impide visualizar todo el campo—, comparten sus problemas y esperanzas, discuten las jugadas polémicas y celebran los goles. Es una escena de la película “Los lunes al sol”, de Fernando León de Aranoa. Un retrato del drama del paro y de las personas que lo sufren. La cinta, de 2002, bien podría haberse rodado en el Linares de 2015, donde la crisis se ha llevado por delante su tejido industrial —principal motor económico— y su hundimiento cercena la autoestima de los trabajadores. Juanma, Matías, David, Manuel y Pedro pertenecen a ese 45% de la población linarense que padece el desempleo. Los cinco son aficionados al Linares y relatan cómo la pasión por sus colores les permite sobrellevar de mejor manera “el sarcasmo de unas vacaciones indefinidas y sin sueldo”, comenta con gracia uno de ellos. Se conocen de vista de la grada, aunque comparten la misma opinión: “El fútbol no da soluciones, pero sí alegrías”.
1 Manuel Maldonado, exsantanero y padre de un hijo
Sus primeros Reyes Magos fueron una equipación del Linares. Era la época dorada del club azulillo. Los tiempos en Segunda División A. Guarda con especial cariño una foto en la que aparece, con apenas dos años, en el césped de Linarejos junto con Óscar Monedero, uno de los grandes de la cantera. Desde entonces, no se pierde un partido en Linarejos. Manuel Maldonado, de 34 años, ha vivido en sus carnes tres expedientes de regulación, el último extintivo, en Cofely, empresa auxiliar de Santana que echó el cierre, como tantas otras, en 2011. Hijo de un histórico sindicalista de la fábrica de automóviles, no trabaja desde hace ocho meses. Casado y padre de un niño de solo un año, su única ocupación son “sus labores”. “Soy amo de casa. Mi mujer trabaja y me encargo de las tareas del hogar”, indica. Montó una tienda de alimentación que financió con el poco dinero que le quedó del paro. Sin embargo, no duró mucho. Las tardes de partido queda con los amigos para tomarse un litro de cerveza antes de acceder al estadio. Enfrente tiene la fábrica en la que trabajó catorce años. “Me trae recuerdos, vivencias y alguna que otra lágrima”, dice. Abonado de Fondo Gol, donde se sitúa Infierno Azulillo, peña de la que es uno de sus fundadores, sigue luchando por su futuro laboral con el resto de exempleados de Santana del grupo C. Mientras llega una solución, el fútbol es la “válvula de escape para olvidar, por unas horas, la rutina”. Su mujer, profesora en el Centro de Adultos, se hace cargo de los costes que entraña seguir al equipo. Su hijo Pablo es abonado desde que nació.
2 David Martínez, dos días de trabajo en dos años
Le cuesta hablar de su situación. Tiene 25 años y no trabaja de forma regular desde mediados de 2013. Fue de camarero en Huesca. En marzo de 2014, hizo una sustitución de dos días en una empresa de transportes. No percibe ningún tipo de prestación por desempleo y todos los gastos que tiene los sufragan sus progenitores. Su corazón se encoge cuando habla de ello. “Se me cae la cara de vergüenza tener que subsistir de mis padres a los 25 años”. Sus recuerdos en Linarejos se pierden en el tiempo. Incluso, duda si su primer partido en el viejo campo de la Avenida Primero de Mayo fue 1994 o después. Lo que sí tiene claro es lo que representa el equipo de fútbol en su vida. “Es mi pasión. Lo llevo en la sangre. Verlo hace que me olvide del día a día. Me distrae y esta temporada me está dando muchas alegrías”, indica con orgullo. La incertidumbre preside su vida. No sabe si aguantará mucho más en la ciudad. “La cosa cada día está peor y no encuentro nada”, admite este hijo de transportista linarense por los cuatro costados. “Aquí, nuestro primer equipo es el Linares. Nada de Madrid o de Barcelona”, reivindica David Martínez.
3 Matías garcía,sin empleo ni esperanza desde 2009
Es una manitas con los ordenadores. Se gana la vida con los cuatro o cinco trabajos que le salen para arreglar las computadoras de los amigos y con alguna que otra chapuza más, pero nada serio. Encarna el drama social del paro de una ciudad que no da para más. El último contrato que firmó fue para el servicio post venta de un concesionario de coches. De aquello han pasado seis años. Matías García lo ha intentado todo, se ha pateado todos los polígonos industriales de la ciudad y de la provincia sin suerte. A sus 31 años, trata de salir a flote de la manera que sea e intenta no llorar de rabia y de desesperación que produce no tener una obligación laboral. Entre sus aficiones están el gimnasio, el Carnaval y, por supuesto, el Linares. Es abonado del club desde la década de los 90. “Desde el ascenso en Albolote”, concreta. Linarejos no tiene asientos numerados. La grada es de piedra, pero a Matías García se le divisa rápidamente en el Fondo Gol. Allí, se le olvida la crisis y los problemas. “En las dos horas de partido, solo pienso en mi equipo, en celebrar los goles y en disfrutar del fútbol y de los amigos”, afirma. Matías García es de los que paga el “abono al contado” y de los que no se pierde un partido llueva, haga frío o el calor sea insoportable. “Lo llevo en la sangre”, remata. Sabe que, dentro de unos meses, toca viajar con el equipo en la promoción de ascenso. Ya ha comenzado a ahorrar. Para ello, se tiene que privar del aperitivo del sábado. “La única cerveza que beberé será el litro previo al partido”, dice. “No me queda otra. Prefiero renunciar a eso y a irme a otros sitios antes de que a perderme a mi equipo", reconoce.
4 Juan Manuel Rodríguez, diez meses sin cobrar
Juan Manuel Rodríguez era un mozo cuando entró a trabajar en La Inesperada, la emblemática fábrica de gaseosas. Un negocio familiar creado antes de la Guerra Civil y que presumía de ser la única en comercializar refrescos de fresa. Su desdicha comenzó cuando empezaron a llegar los primeros impagos. Su vida, estructurada en un hogar sencillo, pero feliz, dio un giro dramático cuando la empresa se fue a pique con diez nóminas pendientes. Protagonizó numerosas concentraciones, recurrió a todos los estamentos hasta que el desempleo cubrió con un manto negro su existencia. “Lo pasé realmente mal”, recuerda. Casado y padre de dos niñas, encontró, pasados unos meses, otro empleo que le condenó a la depresión por estrés. El día 11 de marzo se le acaba la prestación por desempleo y empezará con la ayuda familiar. Su tono de voz cambia cuando habla de “su Linares”. La boca se le llena de orgullo. “Solo me pierdo un partido por causa mayor: una boda o un entierro de un familiar estrecho”. No le importó abandonar la comunión de su sobrina para ver el ascenso del Linares contra el Villarrobledo. “Me da fuerzas”, admite. Todas las semanas echa “dos o tres euros a la hucha” para pagarse la promoción de ascenso. “Esos jugadores se lo merecen todo”, concluye.
5 Pedro Jesús López, un joven que espera un futuro
Pedro Jesús López envuelve su cuello con una bufanda del CD Linares. No importa la época del año en la que estemos. Le recuerda el pasado reciente de un club que lleva grabado en su corazón desde que era un crío y acudía con su padre al estadio. Forma parte de ese 64% de paro juvenil que sufre Linares. Hace tres meses se quedó sin trabajo en la Escuela Taller. No para de mirar las ofertas de empleo por internet y su currículum lo tienen prácticamente las pocas empresas o negocios que siguen en pie en la ciudad. El Linares es su balón de oxígeno y Linarejos el lugar para compartir un soplo de esperanza, pero también de quien no quiere que el fracaso tiña sus figura. Por eso, prefiere pensar en el play off. “Ya estoy ahorrando. Mi garganta siempre está preparada para animarlos”, asegura.