“La senda de un docente sin un adiós”

16 jul 2019 / 08:00 H.

Te has ido, querido profesor, dejándonos muy tristes, inconsolablemente tristes, pero también nutridos de hermosos recuerdos que estarán siempre en nuestros corazones.

Gracias a tu legado, hemos aprendido que la enseñanza es la tarea más hermosa de la vida, porque Tú nos contagiabas tu pasión y alegría y la llenabas de palabras vivas, locuaces, sinceras, mágicas, doradas y críticas, que nos transportaban, sin necesidad de imágenes, a esos mundos etéreos, escatológicos, disidentes, apasionados y libres de la mejor literatura. Contigo el aprender, desaprender y reaprender no se hacían arduos ni imposibles, porque entregabas la imaginación, el deseo y la libertad creativa al alumnado, fomentando una educación igualitaria, horizontal y transformadora por todos los caminos. Te sobraba ese don del magnetismo pasional del educador que es tan necesario para que la educación brote, y, gracias a él, conseguías abrir las puertas del alma desde dentro. Porque para ti la docencia ha sido y es una vocación, un arte y una forma de vida, que adorabas por toda su belleza y dignidad.

Como el gran don Antonio Machado, fuiste y serás siempre también esa voz popular que cantó y seguirá cantando, siempre con orgullo, al pueblo andaluz con tus flores germinadas que engrandecen su cultura. Por esa entrega tan comprometida, tan genuina, tan esencial y fervorosa, con las verdaderas señas de identidad de la cultura andaluza, y por la calidad literaria de tu pluma, eres ya más que un Hijo Predilecto de Andalucía.

Gracias, José Luis, porque hiciste posible que aquella “Promoción Universitaria del 81”, una de las mejores para ti, como me dijo tu mujer, Teresa, en aquella conferencia sobre La mujer en el Quijote, amara tanto el compañerismo y la literatura. Recuerdo que una vez me comentaste, tras una conferencia tuya sobre Miguel Hernández, que te sentías muy orgulloso de que compañeros de esta promoción superaran al maestro. Tu sencillez candorosa no tenía límites. Y mi voz quebrada ahora sé que también es la suya, la de todos. Es la voz de quienes han tenido la suerte de encontrarse en tu camino, con quienes hemos compartido que la aventura de aprender debe acompañar la aventura del vivir, porque vivir y aprender merecen la pena, a pesar de los pesares.

Ya te encuentras, nuestro entrañable profesor, en el verdadero misterio de la vida, con ella, con quien tanto querías, y paseando con tu amado verso: La tarde es un beso de humo.