Un recibimiento de Primera División

Cientos de aficionados apoyaron a los jugadores a su llegada al La Victoria, horas antes del partido

03 jun 2019 / 11:11 H.

El seguidor del Real Jaén sabe sufrir. Sabe esperar. Sabe que tiene que estar ahí siempre porque su equipo lo necesita, no importa la categoría en la que militen, la afición nunca falla, sea la hora que sea; haga el calor que haga; o haya resultado adverso o favor. Así se demostró desde horas antes del inicio del partido ante el Racing de Ferrol. Tres horas antes del encuentro, con el lorenzo apretando como en los días más calurosos de verano, los aledaños del estadio era un ir y venir constante de camisetas blancas, banderas y bufandas. Sí, bufandas a pesar de los más de 40 grados, porque a la hora de animar no se entiende de calor o de frío, solo de dejarse los pulmones e intentar marcar el primer gol del partido. Y se marcó, sin duda, porque el recibimiento que tuvieron los jugadores no se veía en Jaén en años, si es que alguna vez se pudo contemplar un espectáculo de esas características.

El autobús oficial del equipo partió de Renfe minutos antes de las seis de la tarde, cargado de ilusiones y con los jugadores deseosos de llegar a La Victoria a sabiendas de la gran entrada que habría en el estadio. Lo que probablemente no se podrían esperar es a tantísima gente casi dos horas antes del encuentro arropándolos y llevándolos el volandas hacia la victoria, porque el seguidor del Real Jaén ni esperaba ni creía en otra cosa en la tarde de ayer.

Los cientos de metros que separan un extremo del campo del otro, por donde el autobús entró al estadio, fueron una fiesta. No está claro si el autobús rodaba o iba aupado por los vítores de la afición jinnense que cantaba por el ascenso, gritaba por su Jaén y prendía bengalas para dar otro color además del blanco a un pasillo infinito que el autocar tuvo que atravesar hasta llegar a su destino definitivo. El Real Jaén comenzaba ganando el partido.

Por si era poco, el Racing de Ferrol también tuvo su recibimiento. Entre aplausos y gritos de alientos de sus seguidores más madrugadores, que hicieron más de mil kilómetros para estar con su equipo en un partido vital; y entre pitos de los aficionados locales, que buscaban minar la moral de quienes durante 90 minutos serían rivales por un sueño que sabían que no se podía dejar escapar, aunque se terminó escurriendo entre los dedos a pesar de lograr una amarga victoria por 2-1. Ahora solo queda volver a levantar y apoyar, apoyar y, una vez más, apoyar al equipo.