“Linarejos y la Odisea” valen el pase de ronda

El cuadro azulillo necesita una prórroga y un penalti pero consigue su objetivo de continuar soñando con el ascenso a Segunda División B

27 may 2019 / 10:03 H.

Linarejos se vistió con traje de épica y la epopeya escrita por Juan “Homero” Arsenal culminó en gesta. Una gesta que contó con 4.000 mortales, once guerreros azulillos y tres dioses de igual color. Y es que Anaba, dios de la guerra; Chinchilla, mensajero de los dioses; y Chendo, dios del mar, elevaron un nivel colectivo que ya era de notable alto hasta el sobresaliente. Anaba fue Hades, dios de la guerra. Desencadenado tras un tiempo encerrado, ganó cada batalla contra los atacantes rivales y puso fin a las encerronas que buscaban la espalda de sus compañeros de zaga. Chinchilla fue Hermes, el mensajero de los dioses. Calzado con alas en las botas, dejó el carril diestro en carne viva después de desangrarlo con su velocidad, llevando el balón desde la retaguardia hasta la delantera. Chendo, por su parte, fue Poseidón, dios del mar. Sus movimientos, apoyos, desmarques y luchas contra los escudos tinerfeños causaron tormentas en territorio hostil.

Linares contrarrestó con lo mejor que sabe hacer: ser fiel a sí mismo. Saltó al verde con el mismo once de la ida salvo por un detalle que se tornó fundamental: retiró a Pedro Beda para dar entrada a un Javi Bolo que formó doble punta con Chendo. El cambio sorprendió al Tenerife B. La eliminatoria no se decantó hasta la prórroga pero pudo hacerlo muchísimo antes, pues en la primera media hora Josema, Bolo y Lara ya habían rozado las mieles de un gol que la madera evitó por partida triple. El partido corría peligro de hacerse largo, más aún con la lesión del Rosales tras la reanudación, que consiguió enfriar el ambiente, pero entre Pablo Ortiz —recién entrado por el capitán— y Chendo encontraron el camino hacia el gol en el 56. Un pase al hueco del primero y una internada al área del segundo culminaron con el remate de Bolo a las redes y, a falta de media hora por jugarse, el Linares ya había igualado la eliminatoria. El equipo siguió volcado, pero tuvo que ser Álex Rubio de penalti en el 110 quien certificará el pase.

Justicia, épica y un sueño que sigue vivo. La grada ardió como nunca y la comunión fue total. El Linares ha llegado y ahora va a ser difícil de parar. No importa el destino de la próxima parada cuando la fe es ciega.

La afición, clave en la eliminatoria
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Si el Linares colocó la mecha, Linarejos fue el que encendió la llama. La afición respondió como pocas saben y, después de un mes muy irregular tras la temprana clasificación para el play-off, los azulillos sacaron todo lo que llevan dentro. El vetusto estadio, como no podía ser de otra forma, estalló como en sus mejores tiempos. Cada jugador, en su rol, fue vital para que sus compañeros dieran su máximo. Los automatismos y el buen hacer táctico azulillo tuvieron su máximo exponente en la cita más difícil y la grada procuró el calor necesario en una noche para el recuerdo. El recuerdo al ambiente de las fases de ascenso de hace más de una década estuvo presente en cada garganta azulilla.