Goles al final para llegar a
la zona noble

Desde que el ser humano está en el mundo, el propósito fundamental de su existencia es sobrevivir porque esto es lo que garantiza todas sus posibilidades. Desde una sencilla comparativa podemos asegurar que, desde que el fútbol existe, mantenerse y sobrevivir es igualmente su objetivo esencial y primario. Sobrevivir y mantenerse la superestructura, la organización, y, desde luego, su agente principal, los clubes y los equipos. Es este un principio que siempre hay que tener presente para entender lo que todos hacen y lo que proyectan y ambicionan. Y no es ninguna simpleza porque muchas veces, embarcados en grandes palabras, olvidamos lo elemental, lo que explica y aclara las cosas que se hacen cada día y cada hora.

De esta forma lo acontecido en el partido del Real Jaén y el Mancha Real, desde el primer minuto, resultó como un encuentro visto en más de una ocasión a lo largo de esta Liga: un equipo que se ocupa de mantener el tipo dignamente pero sin apenas arriesgar. Mientras no recibiera un gol, valía lo de ajustarse a sobrevivir, por supuesto con hechura y solvencia. Así transcurrió todo el primer tiempo. El Mancha Real no visitaba los dominios locales mientras, por el contrario, los blancos, empujando, quizá con cierto desorden, tuvieron cuatro oportunidades espléndidas, especialmente una muy al comienzo (minuto 13) que el travesaño rechazó con contundencia y, diríamos, despecho. De esta manera todo se puede resumir en que a fin de cuentas apenas pasó nada de importancia de lo que fue testigo fidedigno el marcador.

(Curiosa sin embargo resultaba la escenografía. ¡A dónde va ese!, gritó más de un espectador viendo a algunos jugadores que parecían jugar al revés. ¡A dónde va! Porque la ascendencia de bastantes futbolistas podía llevar al error a los despistados. ¡Pero si Óscar Quesada parece que ataca a los suyos, al Real Jaén! Cosas de la vida: muchos de los que formaron las alineaciones jugaban la Liga pasada en el equipo contrario y así los afectos se complicaban. Entre la “ley seca” del profesionalismo que impuso el proyecto incial del Real Jaén y lo que llamaríamos intereses varios, el trueque de jugadores no pudo ser más complejo). Eso, lo dicho, cosas de la vida). Algo cambió el espacio social y deportivo en el segundo tiempo cuando los visitantes, espoleados, al parecer, porque lo que había entre manos no se le iba poniendo mal, dieron un paso adelante y el tono medio quedó más equilibrado. No es que el partido adquiriera alegría y genio, pero hubo más estabilidad, aunque no ocurriera algo demasiado singular o significativo. El público, por su parte, adquirió protagonismo protestando por el cambio de Luisinho, que no le gustó y, poco después, se encendió con un entusiasmo de los de ponerse en pie, aplaudiendo a Óscar Quesada cuando, por razones disciplinarias, tuvo que abandonar el campo. Los goles, al final, de falta y remate, y de estupenda carrera y mejor definición, emitieron su veredicto irrevocable y todo acabó abriendo el camino a que el Real Jaén alcanzara los puestos de privilegio en el grupo noveno de Tercera. No vendría mal, volviendo al principio, recordar lo que decía Darwin, aquel hombre listo que pensó en que la estrategia para sobrevivir consiste para las especies en que las que sobreviven no son las más fuertes ni las más poderosas, tampoco las más grandes, sino que las que se mantienen son las que mejor se adaptan. Ahí está el secreto, que esta vez descubrió mejor el Real Jaén. No en valde asegura el poeta aquello de “quién lo habría de pansar / que por aquel caminito / se llegaba a aquel lugar” Porque adaptarse es la manera inteligente de llegar. Hasta arriba.