Una callada lucha familiar

fernando osuna abogado

01 jul 2018 / 11:15 H.

Fue uno de los momentos más duros y tristes de su vida. En su casa siempre convivió con escuetos y esporádicos mensajes sobre la desconocida procedencia de una familia que tenía como punto de partida su abuela materna. Dolores Martínez Jódar no podrá olvidar nunca aquel momento en el que, hace veintiséis años, en el lecho de muerte, su madre tuvo la valentía de arrancarse un mechón de pelo para hacerle un encargo: “Hija, guárdalo siempre porque sé que te hará falta algún día para averiguar quién era exactamente mi madre”. Llora cada vez que recuerda un episodio tan trascendental en su trayectoria que le llevó a tomar la decisión de comenzar a investigar una historia en la que quedan muchos capítulos por escribir.

Los hermanos Dolores, Juan y Carmen Martínez Jódar y los primos Alfonso Jódar y Manuel y José Cruz Jódar, de procedencia baezana, se unen para emprender un largo camino, no exento de obstáculos, en el que buscan, simplemente, conocer la verdad de su pasado y sacar a la luz pública sus raíces. Puede resultar rocambolesca y digna del mejor guion cinematográfico. Sus testimonios, de gente sencilla y humilde que nada material pide a cambio, demuestran que hay sanas intenciones en la incesante búsqueda de una realidad escondida y, para muchos, incómoda. Hay demanda judicial, pendiente de un recurso de apelación, en la Audiencia Provincial de Madrid.

Documentos facilitados por la familia y aportados a la denuncia barajan una hipótesis que, después de muchos años de lucha individual, tratan de despejar una duda con la que nadie quiere morir. “Necesito saber si mi abuela fue la hija del Marqués de Linares”, comenta Dolores Martínez. Ejerce de portavoz de algunos de sus hermanos y primos que, según siempre su versión, están convencidos de una procedencia noble que alguien les arrebató. La historia se remonta al 17 de abril de 1892, la fecha en la que nació, en Madrid, Aniceta María Ana Jesús de la Santísima Trinidad. Aparentemente fue una niña que, en los primeros días de su vida, gozó del lujo y la riqueza hasta que murió su propio padre, José de Murga y Reolid (Madrid, 1833-1902), casado oficialmente con Raimunda Ossorio y Ortega. Todo parece indicar que tuvo un “desliz” con su ahijada, a su vez hija de su administrador, en la época en la que la residencia familiar estaba instalada en el Palacio de Linares, situado en pleno centro de Madrid, en la conocida Plaza de Cibeles. Las fuentes consultadas aseguran que, verdaderamente, la “amante” nunca llegó a residir en tan grandioso edificio. Sin embargo, la familia está convencida de que su abuela fue fruto de una relación secreta que, a finales del siglo XIX, resultaba ser todo un escándalo para la opinión pública.

“Llevo toda la vida escuchando a mi madre decir que la vida de su madre fue muy triste”, relata la presunta nieta del Marqués de Linares. Añade: “Ella murió convencida de que su madre fue una mujer ilustre que, sin embargo, pasó muchas necesidades”. Explica que, según la información recabada en la última década, su historia comenzó en Madrid, continuó en Linares y terminó en Baeza. Cuando la familia empezó a estudiar todo este complicado entramado pidió el certificado de matrimonio de Aniceta María y encontró un documento que ellos consideran falso, porque no casan los datos relacionados con la edad de la niña. Se trata de una partida de nacimiento, procedente de la baezana iglesia del Salvador, en el que especifica que la menor fue entregada en la Casa Cuna de Baeza. “Número 2038. Niña Aniceta María Ana de Jesús, procedente del torno. En la ciudad de Baeza, a diez y siete de abril de mil novecientos seis, y siendo como las ocho de la noche del día anterior ingresó por el torno de este establecimiento una niña al parecer como de más de un mes de edad dado en estado de raquitismo la cual al ser retirada del torno venía envuelta en una camisa de algodón con una puntilla por el filo, un pañal de la misma tela, un jubón de bombasi, tres mantillas, una de algodón blanca con encaje, otra de muletón con un ribete ancho, tela blanca de algodón por el filo y la otra mantilla bayeta blanca con ribete, cinta de alpaca encarnada, una cinchuela de algodón, rectas de las hechas en la casa en uso mediano, un faldellín blanco batista con diferentes ramos encarnados y con una puntilla bordado por el filo, dos gorros de piqué blanco ambos con otra puntilla bordada y el primero era el de encima con arandelas de la misma tela con un lazo de cinturón azul con cintas de lo mismo y diferentes puntas doradas del cual se le han encontrado pendientes, cinco medallas grandes y pequeñas, tres cruces también pequeñas y un San Antonio representándose en las primeras diferentes imágenes y por abrigo traía una toca de lana dorada con varias pintas color de rosa. Dicha niña fue bautizada en la Iglesia de Nuestro Salvador en la fecha de su ingreso por el presbítero coadjutor de la misma...”. Existe otro documento, firmado por el mismo director de la Casa Cuna, que refleja que la pequeña, “hija de padres desconocidos”, murió a los ocho meses.

casa cuna. Dolores Martínez explica que su abuela nació en 1892, por lo que no pudo ser entregada siendo un bebé catorce años después. Añade que, tal y como queda explícito en la denuncia judicial, no existe inscripción de defunción ni enterramiento en fechas cercanas al día que se señaló su muerte. La tesis que sostienen los demandantes es que Aniceta, cuando murió José de Murga, la llevaron a Linares para vivir con su familia materna, quien decidió cambiarle el nombre y pasar a llamarla Dolores. “La dieron por muerta en vida”, solloza una de sus supuestas nietas. Agrega que la ingresaron en el antiguo colegio de los Escolapios de la Ciudad de las Minas hasta que, con doce años, la trasladaron a la casa de una familia de Baeza que tenía lazos personales y profesionales porque, además, el padre era manijero de las tierras del Marqués de Linares. “Sabemos que este matrimonio recibió durante muchos años cantidades de dinero por haber acogido a esta niña sin desvelar su identidad”, afirma Dolores Martínez, quien tiene recabados los testimonios de testigos que así lo corroboran. “Han callado por dinero y nosotros, por miedo”, matiza. La niña, al parecer, pasó a ser la criada de la pareja, que tenía dos hijas más.

La historia continuó cuando, ya pasada la adolescencia, Dolores, como supuestamente era conocida en aquel momento, se enamoró de un turronero. A punto estuvieron de contraer matrimonio cuando, al solicitar la reglamentaria partida de nacimiento, descubrieron que ni se llamaba Dolores ni sus padres eran los que la habían criado. El novio, ante la “mentira”, decidió dejarla plantada en el altar. “Mi abuela fue una mártir toda su vida”, suspira Carmen Martínez, otra de las hermanas que lucha por conocer la verdad. Finalmente, conoció a otro señor, se casó y tuvieron seis hijos. La presunta hija del Marqués de Linares era, según los testimonios, una mujer culta, muy buscada en Baeza para escribir cartas en una época de analfabetismo absoluto, una baezana trabajadora y, según quienes tratan de averiguar sus raíces, muy parecida físicamente a los Martínez Jódar. Falleció en torno a los 53 años en circunstancias que los demandantes también ponen en tela de juicio. La familia que lucha por conocer la verdad no cesará en su empeño hasta dar con un pasado que, moralmente, están convencidos de que les pertenece. No quieren dinero ni herencias. Quieren que se restablezca su honor.

“Me entusiasma mucho este caso, me atrapó desde el primer día”
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Fernando Osuna (Écija, 1954) es un abogado que lleva alrededor de quinientos casos relacionados directamente con demandas de paternidad. Algunas son más mediáticas, otras menos, pero todas guardan hilación sobre el fondo de la cuestión. Dolores Martínez lo conoció gracias a su participación en tertulias televisivas y se armó de valentía para localizarlo y “venderle” su caso. Llamó al Ayuntamiento de su pueblo y allí le facilitaron su contacto. “Siempre ha sido muy amable conmigo y, además, nosotros, que somos pobres, si hacemos esto es porque él nos está dando todas las facilidades del mundo”, comenta. El letrado asegura que siente mucho interés por la investigación relacionada con esta familia, aunque se desmarca de dar los nombres y los apellidos que constan en la demanda. Deja claro que de su boca nunca saldrá quién es el presunto padre de la niña ni contra quién va la denuncia. “Me encanta, me entusiasma y me motiva mucho este tema”, añade Fernando Osuna. Eso sí, es consciente de su complejidad. “Hay que tener en cuenta que han pasado muchos años y la antigüedad es siempre más complicada, pero tenemos pruebas y testimonios recabados por la familia que pueden resultar muy interesantes”, expresa. Indica que la demanda fue rechazada en primera instancia y, en estos momentos, está pendiente de un recurso de apelación en la Audiencia Provincial de Madrid. El camino será duro y largo.

Documento de la Casa Cuna
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La familia encontró un documento de la iglesia del Salvador de Linares en el que quedó registrado que, en 1906, recibieron en la Casa Cuna de Baeza a una niña, llamada Aniceta María Ana Jesús de la Santísima Trinidad, envuelta en un ajuar digno de una familia ilustre. Sin embargo, la familia sostiene que es un escrito falso.