Aumenta la alerta respecto a la obesidad infantil en la provincia

El segundo alimento más consumido por niños de 9 a 12 años es la bollería

25 sep 2017 / 10:40 H.

Septiembre es el mes de las prisas, comienza el curso y las agendas de los jiennenses se reestructuran para dar cabida a la compra de material escolar y las idas y venidas a las numerosas actividades fuera de las aulas. “Si los padres se encargan de que a sus hijos no les falte de nada, ¿por qué no invertir un poco de su tiempo en planificar su alimentación?”, pregunta María Dolores Funes Caño, dietista y nutricionista, que advierte de que en estas fechas las comidas se llenan de platos precocinados y bollería industrial. Según el último informe de la Consejería de Salud, el 90 por ciento de los niños consumía cada día golosinas y bebidas gaseosas azucaradas y apenas un 27 por ciento comía regularmente fruta y verduras. De hecho, la comunidad andaluza tiene índices superiores a la media nacional en obesidad infantil, de un 19,3 por ciento frente a 13,2. Por su parte, los resultados obtenidos del estudio Anibes (Estudio de Antropometría, Ingesta y Balance Energético en España) muestra que el segundo grupo de alimentos más consumidos entre niños de 9 a 12 años es la bollería, mientras que lo “verde” queda relegado a la posición decimotercera.

La nutricionista Funes afirma que son datos “alarmantes”, pues la educación alimenticia que reciban los menores será la base de su madurez, y recuerda que la OMS publicó que durante el año 2016 murieron 15 millones de personas por enfermedades no transmisibles (enfermedad cardiovascular, diabetes, respiratoria y distintos tipos de cáncer) muchas de las cuales son causadas por la mala alimentación unida al sedentarismo y el consumo de tabaco y alcohol. Para atajar el problema de raíz, la implicación de la familia es “fundamental”. “El tratamiento en la consulta no puede centrarse solamente en el niño, aquí los padres tienen un papel imprescindible. No se puede obligar a un niño a que tome diariamente al menos una pieza de fruta si son los padres los primeros que no la prueban”, declara, y explica que a ella acuden padres “muy perdidos”, “con muchos mitos arraigados y se necesita tiempo para concienciar y cambiar hábitos”, comenta. La enseñanza respecto a la comida es “esencial”. “Hay que enseñar y demostrar que una alimentación sana no es sinónimo de aburrida”.

Funes subraya la relevancia de las sesiones con los niños diagnosticados, tanto individuales como grupales. Habla de cómo los padres se reúnen con otros progenitores que pasan por la misma situación para tratar otras dudas y dar soluciones en común, “para que no se sientan tan solos y conozcan otros casos muy parecidos”, afirma. Asimismo, declara que es “muy positivo” promover talleres con varios niños, donde a través de vídeos, cuentos y juegos aprenden lo que es una alimentación saludable. “Al final del mismo siempre elaboran ellos mismos una receta saludable y siempre llegan a casa queriendo repetir”, dice Funes.

El trabajo continuado desde el hogar es “clave” para evitar los excesos que podrían derivar en problemas más graves para la salud de los menores. La nutricionista aconseja tener, por ejemplo, un frutero con mucha variedad en la cocina, “siempre a mano de los niños”. A la hora de la comida, “la única bebida que se pone en la mesa es agua, no es momento de bebidas azucaradas”. La implicación en la elaboración de las recetas o que participen durante la compra en el supermercado fomenta su interés en un estilo de vida saludable. “Cuando ellos preparan un plato con sus propias manos siempre van a probarla porque se sienten orgullosos de su trabajo”. Por el contrario, no se debe premiar con chocolatinas o gusanitos. “Hay que cambiar el ‘si acabas los deberes te doy un helado’ por ‘nos vamos a jugar al parque”. Según Funes, lo más importante es no obligarlos nunca a comer. “No podemos permitir que el momento de la comida se convierta en un enfado continuo; lo fundamental es que aprendamos a disfrutar comiendo y el resultado de obligar a comer es justo lo contrario”, concluye.

Más de la mitad de los menores merienda frente a una pantalla

Los tiempos han cambiado y las nuevas tecnologías repercuten, inevitablemente, en la vida diaria de los menores de edad. Hoy en día, el 66 por ciento de los niños suele merendar mientras realiza actividades sedentarias, como ver la televisión o jugar a videojuegos o con el móvil, entretenimiento muy diferente al que solían tener sus padres que, en el 50 por ciento de los casos, solía merendar jugando en casa o en la calle. Estos datos se desprenden del primer Estudio sobre hábitos de merienda en España, presentado por El Caserío, en colaboración con Aldeas Infantiles SOS, y en el que se observa que los pequeños andaluces realizan menos actividades físicas que la media española, al menos durante la merienda.

El bocadillo es la estrella en la comida de media tarde, un hábito que conservan el 63 por ciento de los niños, aunque también incrementa la ingesta de bollería en un 40, con lo cual se convierte en la tasa más alta de España. Por otra parte, en la elaboración de la merienda cada vez participan más los padres en vez de las madres —que aún es elevado, de un 85 por ciento—, con un crecimiento de 6 puntos porcentuales de una generación a otra.