Afirmación eterna del amor a Dios

El presbiterio diocesano renueva sus promesas con la Misa Crismal en la Catedral

17 abr 2019 / 11:41 H.

Cada Martes Santo, la Misa Crismal marca la liturgia diocesana. Se trata de una Eucaristía de encuentro entre todo el presbiterio diocesano y de reencuentro con el “primer amor”, ese que un día hizo a cada sacerdote darle un sí perpetuo al Señor con su entrega vital. A las diez y media de la mañana, comenzaron a repicar las campanas de la Catedral de Jaén. Fue la llamada al pueblo para participar en esta celebración litúrgica, presidida por el obispo Amadeo Rodríguez Magro y que reunió en torno al altar a más de cien sacerdotes llegados desde todos los lugares de la provincia, así como a los miembros del Cabildo catedralicio.

Junto al prelado jiennense, acudieron a la renovación de votos y a la bendición bendición de los sagrados óleos, el obispo emérito de Cádiz y Ceuta, monseñor Antonio Ceballos. También estuvo presente monseñor Fernando Chica Arellano, observador permanente de la Santa Sede en la FAO. De un modo particular, los seminaristas y los diáconos participaron en esta solemne Eucaristía con las lecturas y la proclamación del Evangelio.

El obispo de Jaén, en su tercera Misa Crismal desde el inicio de su episcopado, ofreció una homilía con un marcado acento paternal, en la que resaltó “el ánimo ante el desaliento” y la importancia de la “vocación primera”. Amadeo Rodríguez Magro comenzó su predicación recordando que, durante la celebración, los presbíteros iban a renovar las promesas de su ordenación. En este sentido, explicó lo que significa este gesto: “Volveremos a identificarnos con aquel primer ‘sí’ que dimos a Dios, que nos eligió y nos llamó, y a Jesucristo, que nos invitó a su seguimiento y, por supuesto, con el ‘sí’ a la Iglesia, que desde el primer día nos pedía fidelidad a los compromisos sacerdotales”. Igualmente, quiso remarcar la labor de entrega y servicio de cada sacerdote con el pueblo santo y con la Iglesia: “Os pido que no os olvidéis de nuestra propia historia de salvación, sobre todo la del primer amor”. El prelado insistió a los sacerdotes en esa labor ministerial que tienen encomendada y que los convierte en un “don de Dios para los hombres”. Apuntó a que el desarrollo de la vocación a través del ministerio sacerdotal los lleva a “dispensar la vida sobrenatural, esa que dignifica y enriquece a toda vida humana”. En este sentido, Amadeo Rodríguez Magro enfatizado la labor discipular del clero: “Nuestra vocación es ser siempre presbíteros íntimamente unidos a Cristo. Por eso, ser discípulos misioneros es lo que mejor nos identifica al servicio de nuestros hermanos y hermanas. Nos define muy bien ser discípulos misioneros que acompañamos a los discípulos misioneros”.