La Catedral y Cristo Rey, dos procesiones colosales

La Catedral es el monumento cofrade de Jaén por excelencia. Templo del Santo Rostro —reliquia de la Pasión que capitalizó multitudinarias peregrinaciones en siglos pretéritos—, la única hermandad que la habita es la de la Buena Muerte. La procesión se caracteriza por su perfección formal y señorío, además de por contar con algunas de las imágenes predilectas de los jiennenses. Impresionante es asistir a la salida del Crucificado, obra de Jacinto Higueras, que abandona la iglesia enmarcado por la puerta principal catedralicia, que exalta su colosal belleza. El Descendimiento, segundo misterio de la cofradía, derrocha teatralidad a raudales y la Virgen de las Angustias, una delicadísima Piedad de la escuela granadina, desarma cualquier atisbo de entereza. Todos los pasos son portados por numerosos nazarenos que abrazan los varales desde la salida hasta el encierro, en un alarde de devoción inconmensurable. La hora final de la comitiva es una hermosísima coincidencia de tronos en la Plaza de Santa María en la que la música tiene gran importancia. Para no perdérselo.

No menos colosal es el cortejo que ofrece la Hermandad Sacramental del Perdón, que hace pequeñas las avenidas con sus tronos, sobre los que se elevan imponentes estudios anatómicos como el de Jesús del Perdón, grupos escultóricos que derraman barroquismo como el del Cristo del Amor en su Prendimiento o las interminables trabajaderas de María Santísima de la Esperanza. La contemplación de estas dos procesiones en su discurrir por el itinerario “oficial” es uno de los momentos más inolvidables y celebrados de la Pasión de la capital y vecinos y foráneos se echan a la calle para disfrutar de un “espectáculo” único. El multitudinario acompañamiento de mujeres vestidas de mantilla en ambos desfiles penitenciales pone el broche estético y devocional a dos de las propuestas más singulares de los días grandes de la ciudad del Santo Reino.

Perdón

Buena Muerte

09 abr 2014 / 22:00 H.