Vistosos uniformes y severas túnicas en un día grande

El Jueves Santo tiene “uniforme” propio en la ciudad, cuyo color coincide con el de los campos que la rodean. Y es que el verde es el que impera en el Día del Amor Fraterno, cuando la procesión de los “civiles” deja la basílica de San Ildefonso precedida por una vistosa escuadra de caballería y con profusa y fiel escolta del benemérito cuerpo. Sobre el charol de los tricornios, cuando la noche se mete en el cortejo, el titilar de los cirios ofrece un verdadero espectáculo cromático que forma parte de la memoria sentimental de los jiennenses. Es la procesión de la Vera Cruz, la congregación más antigua de la Semana Santa de la capital, de mediados del siglo XVI. Una comitiva marcada por la presencia militar en sus filas, que la dota de una personalidad propia muy celebrada por los miles de personas que salen a su encuentro.

Seriedad, “jaenerismo” sin límite y un Crucificado portentoso son las señas de identidad de la Cofradía Sacramental del Cristo de la Expiración, que nace a una plazoleta plagada de naranjos cuyo aroma de azahar puede hasta con el del incienso. Los costaleros deben salvar una estrechísima puerta de salida que, para el paso de palio, supone un alarde de exactitud. Esta procesión recorre un itinerario muy bello, conformado por hitos cofrades del mapa urbano jiennense que encuentran su mejor resumen ya de regreso, por la calle Maestra. Allí, la hermandad se siente arropada por los suyos y corresponde a la devoción del vecindario con lentitud, como si quisiera que la ciudad no acabase nunca bajo los faldones de sus tronos. Después, la noche se alarga hasta una madrugada mítica cuya espera alivian propios y extraños en los locales del casco antiguo.

Vera Cruz

Expiración

09 abr 2014 / 22:00 H.