El día más “alegre” de Jaén despide su Semana Santa

Nunca una despedida fue tan alegre como la que procura la capital del Santo Reino a su Semana Santa. Los jiennenses salen a la calle con sus mejores galas, lamentan la “brevedad” de otra Pasión que concluye y celebran, a la misma vez, el comienzo del tiempo de Gloria, puerta para romerías venideras que no serán otra cosa que pequeñas pasiones, solo que con un telón de fondo distinto, el de los paisajes casi vírgenes que todavía circundan la urbana belleza de la vieja ciudad.

A la basílica menor de San Ildefonso le cabe el gozo de recibir a las vistosas y abundantes representaciones de las cofradías jiennenses, que rinden honores, en corporación, al Señor Resucitado. Sus puertas derraman túnicas blancas con capa, caperuz y cíngulo dorados que amarillean la mañana, en la que la tristeza no es más que un amargo recuerdo que, sin embargo, reaviva toda la nostalgia.

La Pasión pasa y la ciudad regresa a una “normalidad” de calles sin cera, noches sin música y cielo sin palios; los escaparates se desvisten de esa apariencia cuaresmal que los envolvió y lo vivido empieza a parecer un sueño lento que se disolvió con la promesa del retorno. Aquellas miradas que estrenaban sorpresa el Domingo de Ramos dejan paso a las que, en doce meses, debutarán y, para la próxima Semana Santa, algunos ojos dormirán ya el sueño de los justos. Siempre igual y nunca repetida, la Pasión entre olivos florece hacia adentro.

Resucitado

 

09 abr 2014 / 22:00 H.