¡Así se entra en Jerusalén!


La certeza de un Domingo de Ramos espléndido animó a los jiennenses a tomar las calles y acompañar a la Cofradía de la Borriquilla en su magnífica procesión matinal. El acto de la “Llamá” volvió a librar de cerrojos la Semana Santa de Jaén desde San Roque.
De “Belén” a Jerusalén por el atajo del Santo Reino. La Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud hizo olvidar, con un magnífico cortejo, el mal trago de 2013, cuando la lluvia se metió en la comitiva y la hizo añicos antes siquiera de tocar la calle.

13 abr 2014 / 22:00 H.


Llevaba pena, porque uno de sus “históricos”, Sixto Fernández, tuvo que “conformarse” con vestir, este año, túnica de crespón en el primer varal de la Señora, al frente del canasto del misterio y hasta en el guion corporativo. Por él lloraron sus hijos Alberto, capataz de la Virgen; David, vice hermano mayor; sus nueras y nietas —que dieron el golpe de llamador para irse— y la cofradía entera. Desde esa “levantá”, la belleza presidió la comitiva. La Borriquilla se hizo con la plaza a paso corto, sobre un trono que flotó como pocas veces sobre la muchedumbre ansiosa de procesión, hasta que la música de El Despojado invitó a sus costaleros a alargar la zancada. ¡Y cómo salió! Indescriptible.
La Semana Santa de Jaén acababa de empezar y ya había prisa por llenarse los ojos de flores blancas, las de María Santísima de la Paz, el primer palio de la Pasión de aquí, que se despidió por un rato del silencio de su casa para alumbrar Jaén con una hermosura todavía sin lágrimas. Tanto la veneran los suyos, que hincaron las rodillas en tierra para que ni una sola brizna del zaguán de respeto le malhiriese la rica cubierta de su altar, ese desde el que reina entre varales.
La cofradía repartió alegría de nazarenos blanquiazules y de niños en la misma medida que seriedad; ambas actitudes caracterizan su vida de hermandad y su manifestación pública de fe. Cumplió los horarios, aunque llegó a su encierro tarde, como siempre, porque si no, el barrio, —rigurosa Agrupación— la “multaría” por negarle sus mejores momentos, esos que guarda en la memoria año tras año para sobrevivir a tantos meses. La Borriquilla puso el listón muy alto; si lo alcanza, la Semana Santa de 2014 durará mucho más que siete días.