Un escenario de guerra en La Guardia
El Ayuntamiento busca casa a los vecinos desalojados en “Vista Alegre”, mientras viven en un hostal
La hospedería municipal, cerca del Ayuntamiento, es, por el momento, el hogar de las catorce personas que tuvieron que salir a la carrera de su vivienda el miércoles. Desayunan, meriendan y cenan en un conocido bar y, ayer, se fueron a comprar productos de primera necesidad. El alcalde, Juan Morillo, explica que la Administración local corre con todos los gastos y busca alternativas para estos vecinos, que recibieron unas viviendas de protección oficial. Los dos inmuebles más afectados, los números 15 y 16 de la Plaza de Vista Alegre serán demolidos, es más seguro que reconstruirlas. La duda está en qué ocurrirá con las otras dos viviendas. Por el momento, de acuerdo con los técnicos de la Diputación Provincial, a los que pidió ayuda el Gobierno local, hasta el lunes, por el momento, no se tomará decisión alguna sobre ellas.
“Por el momento, es mejor que los vecinos no accedan a sus domicilios, ni siquiera un momento, para recoger sus pertenencias, hasta que sepamos cómo evoluciona la situación”, dejó claro el máximo responsable municipal. Ayer, una cuadrilla de operarios municipales y personal de Aqualia, empresa concesionaria del servicio de agua en el municipio, trabajaban en una zona que se asemeja al escenario de una guerra.
Emilio Jiménez, uno de los vecinos de esta barrio, aseguró, indignado: “Hay un gran abandono aquí y no es la primera vez que hay movimientos de tierra”.
Todos los bienes y recuerdos acumulados durante los 23 años, los mismos que tiene su hijo mayor, en los que ha vivido Jesús Carmona, en el número 16 de la Plaza de Vista Alegre, los tiene al alcance de la mano. Pero no puede llegar a ellos. Su hogar se vino abajo el miércoles de madrugada. “Pudimos salir de milagro, porque el dormitorio se fue para abajo. Tuve que romper la puerta para salir, avisé a los vecinos, que estaban durmiendo”, relata este hombre, que aún está asombrado de cómo saltaban por los aires los rodapiés, mientras se rebajaba el suelo. Ayer, observaba, tras las vallas, los trabajos de los operarios en la zona. “Mi mujer y mis hijos se han tenido que ir a comprar ropa, hasta libretas para el colegio de los nenes. Salimos con lo puesto y, menos mal que pudimos salir”, dice.
Los destrozos en su domicilio, al que accedió después de que su padre hiciera una permuta con el Ayuntamiento, no son tan espectaculares como en el resto de viviendas afectadas. “Hay grietas en el cuarto de baño y en los dormitorios”, explica Sebastián Palacios que, el miércoles de madrugada, tuvo que salir corriendo de su hogar, convencido de que se le caía el techo sobre la cabeza. Con la luz del día, aclara, le han informado de que los destrozos no obligarán a demoler el inmueble, aunque todavía hay que observar con más detenimiento, como precisa. “No estoy muy tranquilo, porque mi casa está pared con pared con otras que hay que echar abajo, seguro que algo le afecta lo ocurrido”, reflexiona este guardeño que, ayer, comió sopa a cuenta del Ayuntamiento, que le da casa y manutención mientras dure el desalojo.
Fuma un cigarro en la ventana de la habitación de la hospedería municipal en la que se aloja. A su casa, donde vive con su octogenaria madre, no puede entrar, quizás tengan que derribarla, porque es una de las más afectadas por el corrimiento de tierra registrado en la Plaza de Vista Alegre. “Todo mi patrimonio está allí. Tenía unas veinte motos antiguas, que restauro, pero no se qué ocurrirá con ellas”, lamenta. Sobre la noche en la que tuvieron que desalojarlo, relata: “Llegué a pensar que era un fantasma, no me creía que se hubiera rebajado el suelo del dormitorio; tardé unos minutos en comprender lo que sucedía realmente”, sostiene este ciudadano, que confía en que no se demore mucho la solución que les brinda el Ayuntamiento, que cree que será satisfactoria.