Un bello laberinto de calles árabes

El municipio jimenato conserva intacto el sabor de antaño de su configuración urbana

02 mar 2018 / 09:32 H.

El modo en el que los habitantes de un lugar conservan los restos del pasado informa de su sensibilidad. Jimena, con ese nombre suyo tan sonoro, tan medieval, ha llegado a estas alturas del siglo XXI sin que su urbanismo se haya olvidado de sus orígenes, árabes hasta la médula. Calles tortuosas, laberínticas, que descienden desde las faldas del Aznaitín como un hermoso dédalo capaz de provocar un más que deseable episodio de síndrome de Stendhal. Arquitos de clara ascendencia musulmana aparecen y desaparecen a los ojos de quien se adentra en Jimena, que lo mismo ofrece una placeta incomparable que un rincón digno de cartel publicitario. Y qué bien se huye de tanta estrechura por la Plaza de la Constitución, con su fuente, su torre relojera y la otra, la más veterana, vestigio de lo que fue fortaleza y que, pese al transcurrir de los siglos, continúa erguida con su verticalidad intacta. A su sombra platican los vecinos de esto y de aquello, actores privilegiados sobre un gran escenario jiennense.