Un abrazo lleno de cariño para Paco, el del Cristo

Hijo adoptivo de las Nuevas Poblaciones, la Semana Santa de La Carolina le debe mucho

02 dic 2018 / 11:28 H.

Francisco Verdejo Daza es jiennense de adopción, desde los cuatro años. Pasó su infancia y adolescencia en Guarromán. En 1971 formó su familia en La Carolina. Su vinculación cofrade empezó en los años ochenta del siglo pasado, cuando se hizo cargo como Hermano Mayor de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. En este momento, peligraba su estación de penitencia en la capital de las Nuevas Poblaciones. Desde entonces, llevó a fin su cometido de hacer hermandad dentro de una cofradía y obras de caridad y, con su trabajo, no solo resurgió su cofradía, sino que se convirtió en una inspiración para las nuevas generaciones de la ciudad.

A Francisco le llega este reconocimiento en plena enfermedad, una dolencia que vive rodeado de su familia y tranquilo. Por eso, para recoger este distinción, subió al escenario de la IV Gala Pasión Cofrade el tercero de sus hijos, Mariano Verdejo Ramírez. Emocionado, reconoció: “No tengo nada preparado, pero sí deseo dar las gracias al Obispado y a Diario JAÉN por la humanidad demostrada en estos días y por la relación de cercanía con nuestra familia”. “Subo aquí y es un momento feliz, emotivo y triste a la vez”, admitió Verdejo, atento a los cuidados a su padre desde hace meses.

“Mi padre siempre ha estado al frente de la Buena Muerte y ha hecho mucha cofradía, eso queda demostrado con el gran patrimonio que atesora, pero también ha hecho hermandad, un empeño con el que logró impulsar obras de caridad y crear una gran familia en torno a la cofradía. De ello es de lo que estoy más orgulloso”, dejó claro Verdejo que reconoció que una de las mayores satisfacciones que tiene es que, entre los carolinenses, su padre sea conocido como “Paco, el del Cristo”.

Y es que Francisco Verdejo Daza si algo tiene es un gran espíritu de vinculación a su comunidad, lo que le llevó a una gran actividad a favor de La Carolina, como demuestran acciones como la firma de un convenio de colaboración con el Ayuntamiento, que suscribió en nombre de las once hermandades penitenciales de la ciudad minera, un convenio que solo busca el engrandecimiento de una de las tradiciones locales.