Un policía logra salvar la vida a un vecino de Beas de Segura

Ignacio Tenedor y Paco Rubio se reencuentran en el lugar de los hechos

11 dic 2016 / 11:23 H.

Dicen que cada persona tiene un ángel de la guarda. El día menos esperado hace falta y aparece, incluso en martes y 13. Francisco Rubio Jiménez, un beatense afincado en Málaga, hizo uso de él tres meses atrás. En esta ocasión, su salvador fue Ignacio Tenedor Martínez, un policía nacional adscrito al grupo de Seguridad Ciudadana de la Comisaría Local de Úbeda, donde desempeña su labor, aunque es natural, igualmente, de Beas de Segura. Noventa días después, Rubio y Tenedor se reencontraron en las escaleras del convento de las carmelitas descalzas de San José El Salvador, el lugar donde, el 13 de septiembre en torno a las siete y media de la tarde, sucedieron los hechos.

Francisco Rubio, “Paco El Murciano”, quedó inconsciente en las escaleras de acceso al templo. El agente, que pasaba en su coche junto con su mujer una tarde lluviosa, se dio cuenta y bajaron a socorrerlo. Ignacio Tenedor, libre de servicio ese día, relata cómo vivió la situación: “Había una persona tirada en el suelo, un hombre de complexión gruesa, de avanzada edad, inconsciente y en posición decúbito prono, sin apenas respirar. Ante la situación, decidí auxiliarlo comenzando por colocarlo de forma idónea para la reanimación, a la vez que otra persona me cubrió con un paraguas, ya que llovía de forma intensa. Mientras mi mujer llamó a los servicios sanitarios pude ver cómo dejaba de respirar, a la vez que perdía el pulso y el color de su rostro se volvía morado”.

Para Ignacio Tenedor llegó la ocasión para actuar. “Decidí iniciar la maniobra de reanimación cardiopulmonar. En un primer momento no reaccionaba, ya que la situación era dificultosa debido a su elevado peso y la posición forzada, en mitad de las escaleras en que se encontraba, si bien, después de realizar, de forma reiterada, el ejercicio de reanimación y pasados unos dos minutos y medio, justo en el momento en que le insuflé por tercera vez aire, seguido de masajes cardiacos pude comprobar cómo abría, de forma leve, los ojos, a la vez que respiraba con dificultad de forma lenta y pausada”, afirma. La nueva situación del paciente hizo que Ignacio Tenedor decidiera parar la reanimación a la vez que comprobaba que el color de su rostro volvía a ser normal y se recuperaba.

Por otro lado, a la espera de la llegada de los servicios sanitarios, mientras Francisco Rubio se estabilizaba, el policía nacional le hizo preguntas “de todo tipo” para comprobar su estado y percatarse de que no había sufrido daño alguno. Una vez que se personaron los servicios sanitarios, el agente informó al médico de lo ocurrido y le dio cuenta de su intervención hasta ese momento, lo que permitió la reanimación.

gratitud. Rubio está casado, tie-ne un hijo y una hija y, recientemente, ha sido abuelo. Por ese motivo, su señora se encontraba en Málaga, ayudando en la atención de la nieta. Ese día se dirigía a la misa de las carmelitas, en una tarde desapacible, y a pocos metros de la última escalera de acceso a la cancela del templo se desplomó. “Al despertar reconocí a Ramón Pérez y Pepe Luis. No recuerdo más. Ya en enero me pasó algo parecido, pero las pruebas hospitalarias no arrojaron nada. Entonces fue un día en un entierro de un familiar”, precisa. El 13 de septiembre escuchaba la radio. Evoca: “La gente narraba lo que le había pasado un martes y 13 y mira por dónde, por la tarde me pasó a mí una historia en martes y 13”.

Desde el Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda, en septiembre, se marchó con el alta hasta Málaga, donde reside, con la receta. Una válvula del corazón no funcionaba bien. “Me dijeron que este mal era de nacimiento, hereditario, pero yo nunca he notado molestias, de pequeño me subía las cuestas del pueblo sin problemas”, cuenta. En el Hospital Clínico malagueño le pusieron una válvula y varios meses después regresó a Beas de Segura. Para Ignacio Tenedor tiene palabras de agradecimiento. Afirma que si le pidiera la luna, lucharía por dársela. “A Ignacio y a los que colaboraron con él les doy las gracias, no hay dinero para pagarles, pero seguro que estos Reyes se portarán bien”, afirma, contento. Con un pionono y un café transcurrió la narración de esta historia en la Pastelería Villodres, a cargo de los protagonistas. Ver los ojos de ambos resultaba gratificante y conmovedor.