Qué manto más sencillo y bello

Recorrido majestuoso de la reina de los genaveros por las calles del pueblo

24 sep 2018 / 12:02 H.

La mañana de septiembre se presentaba calurosa, especialmente picaba el sol en Génave, habituado durante gran parte del año a un frío seco que ahorma el espíritu serrano y da una belleza especial a la piel de la cara de sus habitantes, mujeres y hombres. Primero misa en el templo, oficiada por un sacerdote nuevo, José Navarrete, recién llegado y que presentó a la Madre de Dios como alguien en quien confiar por su entrega callada y sublime a Jesús; sobre la figura de la Virgen giró su homilia en una función de Iglesia llena a rebosar y con la Virgen del Campo con un manto sencillo y bello, grande y hermoso, sin alharacas y de colores que enmarcaban un paso para el recuerdo, sin estridencias. No hubo que hacer llamadas especiales para portar a la Virgen como otras veces, ante la falta de costaleros, como ya alertaba el párroco, que hombres y mujeres, genaveros de siempre y genaveros eternos que un día tuvieron que marchar fuera cogieron el trono y lo llevaron en volandas cuesta arriba, cuesta abajo, además con mimo y esmero porque con numerosas la veces que hay que bajar a la patrona de los hombros para esquivar el cableado de las intrincadas calles de Génave. Sepetiembre caluroso y corazón henchido de orgullo que se avistaba en todos los rostros del más de medio millar de personas que acompañó a la Virgen en su recorrido procesional en su gran día. Atrás había quedado una verbena exprimida hasta altas horas y con Los Pizarrines de Génave recogiendo a los más marchosos de la madrugada, de la misma forma que durante la procesión entonaron sus mejores interpretaciones para su imagen más querida, la reina segureña, la patrona de los genaveros. Recorrido majestuoso, que ya se guarda en el corazón.