“¡Qué grande San Marquillos!”

La procesión y la convivencia en torno a las habas abren la celebración

26 abr 2018 / 09:17 H.

Qué buen día hace!”, celebra una larveña, acostumbrado como está el pueblo a que San Marcos y su “alter ego” San Marquillos salgan a la calle entre lluvia, unas veces, y viento, las más de las ocasiones. Pero no, este año solo una leve brisa acompaña al cortejo en su partida, precisamente desde la calle que lleva el nombre del Evangelista, donde vive Juan Ramiro López, hermano mayor de su cofradía, que, cetro en mano, preside una bien poblada procesión: “La gente se vuelca, y el fin de semana habrá mucha más, porque vendrán muchos emigrantes desde Murcia y Francia”, dice Ramiro.

Hay cohetes, música festera y mucha fraternidad. Sí, los larveños empiezan una de sus fiestas mayores con su santo más chico: “¡Qué grande San marquillos”, proclaman los suyos mientras, bajo sus andas, lo “bailotean” quienes, como Juan Francisco del Valle y su hijo Juan, siguen la tradición heredada de llevarlo en sus hombros: “Mis padres me lo inculcaron, trabajo fuera pero procuro no faltar”. Sigue San Marquillos su camino hacia la ermita que, hace alrededor de una década, Juan Pedro García y su familia levantaron en una finca de su propiedad en el camino Palancares, que cuidan todo el año con el sueño puesto en este día. Antes de llegar, la comitiva cruza el pueblo sin darse cuenta de que protagoniza fotografías de enorme belleza, como la que procura su paso por donde la calle Gaspar Saro se convierte en un maravilloso mirador que apunta a un paisaje natural que parece pintado, de tan hermoso. En las filas del cortejo, además del hermano mayor, dirigentes de la cofradía y la alcaldesa, María de los Ángeles Leiva, que, feliz, celebra que el primer día de la fiesta, pese a ser laborable, cuente con tanta gente: “Hoy empezamos, el tiempo acompaña y ha salido todo el mundo a la calle”.

“Amigos de la música”, la banda del municipio, anima la tarde con un repertorio de lo más alegre. Es un día para lucirse, y los miembros de esta formación dan el do de pecho bajo la batuta de su director, Antonio Jesús Díaz, que, trompeta en los labios, interpreta un “Islas Canarias” a cuyo compás, los anderos “bailan” a San Marquillos antes de dejarlo, unos momentos, en la paz de su ermita. El “Ave María” de Schubert pone, otra vez con voz de viento, una nota más piadosa. “¡Viva San Marcos!”, que vuelve sobre sus pasos a la casa de la que salió, donde entra, por última vez durante el mandato anual de su hermano mayor, a la espera del sábado, el día grande. La fiesta tiene, ahora, un punto concreto, el recinto ferial, soberbio balcón desde el que el envidiable horizonte larveño pone telón de fondo a la convivencia en torno a las habas, el jamón y todo lo que la hermandad, rifa a rifa, esfuerzo a esfuerzo y con la colaboración de los comercios locales, ha logrado reunir para agasajar a Larva, un pueblo que, fraterno y felicísimo, defiende una de sus más arraigadas tradiciones.