Trenzando sueños de esparto

Llamativa colección de artesanía elaborada por Trinidad Muriana, de 81 años

22 sep 2016 / 10:36 H.

Visitar el taller de Trinidad Muriana es adentrarse en un sueño habitado por decenas y decenas de animales, plantas, objetos cotidianos y personajes salidos de su imaginación y trenzados de esparto con sus manos de artesana, una afición que cultiva con esmero desde hace diez años y que aprendió de la observación de su marido. Todos en Martos la conocen como “Trini la del esparto”, pero ella es Trinidad Muriana Rosales. Tiene 81 años y, aunque nació en Frailes, ha pasado la mayor parte de su vida en Valdepeñas. Desde el fallecimiento de su esposo hace diez años, vive en Martos con una de sus hijas, de los nueve que tuvo y que, hasta hoy, le han regalado quince nietos y tres bisnietos, “sus mayores tesoros”, dice con orgullo de abuela. Según cuenta Trinidad, nadie le ha enseñado nunca a fabricar objetos de esparto, pero gracias a que prestaba mucha atención a los serones y arreos para los animales que fabricaba su marido, al morir este decidió ponerse manos a la obra y tratar de sacar adelante su primera creación, “un pato al que luego siguieron decenas y decenas de nuevas figuras”, dice.

A ese primer trabajo de esparto le siguieron unas macetas con flores y poco a poco fueron llegando los forros para garrafas, unos caracoles, girasoles, tortugas, una cabra montés —casi a tamaño natural—, una jirafa, dos helicópteros, un avión, una guitarra, una zambomba, un jabalí, una foca —con su pelota en la nariz—, un vestido de niña, una colección de serones, un juego de medidas de celemín y las figuras de Don Quijote y Sancho Panza, además de un largo etcétera de figuras imposibles de enumerar que hoy forman parte de su enorme colección de objetos de esparto, así como muchas otras que fueron a parar a manos de amigos de la familia, “que son muchos”, dice sonriendo Trinidad. Según ella, las figuras de la jirafa y del Quijote fueron las que más trabajo le llevaron —“unos doce días en total”—, pero claro está que Trinidad no cuantifica su trabajo en horas: “Porque pierdo la noción del tiempo cuando trabajo el esparto, que además me ayuda a no pensar y echar de menos a mi marido”, dice.

Una vez dominada la técnica, que comparte en talleres de verano con chavales de Martos y Las Casillas, Trinidad empezó a trabajar con otros materiales, como el papel reciclado con el que ha confeccionado una cigüeña y unos pavos reales, además del encaje de bolillos, el ganchillo, la lana y los plásticos reciclados. También se ha atrevido con la anea, material con el que ha confeccionado bolsos, cestas de merienda y forros para garrafas. Hoy atesora una de las mayores colecciones de objetos fabricados con esparto que despierta la curiosidad de propios y extraños.