La A-32 “amenaza sin orden de derribo” un club de alterne

“Van a tirar el local, pero sin pagar la expropiación”, dice la dueña del negocio

26 nov 2016 / 11:37 H.

Para aquellos a los que atraen los guiños de las bombillas de colores, desde hace más de setenta años, está abierta al público “La Venta de las Palomas”. Es un club de alterne, situado junto a la Nacional 322, en el kilómetro 174, sentido Linares. El “histórico negocio”, gestionado por Concepción Santos Quintillán desde hace más de tres décadas, está amenazado literalmente por el progreso, según explica esta “madame”, que deja claro que, más que un lupanar, lo suyo es un “local familiar”. “Es prácticamente un pub”, apostilla, con, en sus palabras, “clientes buenos, de toda la vida”. Y es que la venta está en sus horas más bajas y todo, denuncia, por la ejecución de las obras de la autovía A-32, a la altura del término de Villacarrillo. “El carril de acceso está impracticable para un turismo desde que trabajan en esta zona, completamente destrozado”, critica. Pero eso no es lo peor, argumenta, ya que asegura que los obreros —que en esta parte del recorrido ejecutan tareas previas a la construcción en sí de la vía— le advirtieron, en varias ocasiones, de que el establecimiento, en sus palabras, “va a abajo”. “No tenemos notificada la expropiación, no existimos. Sin embargo, los dueños de los olivares vecinos sí tienen el dinero por ocuparles sus fincas o saben que lo recibirán”, sostiene.

Hace cuatro años sí llegó a sus manos un documento oficial que advertía de la ocupación pública de “cuarenta metros” en una parte de la parcela, que, en total, tiene 2.500 metros cuadrados. “Las estacas que indican por dónde irá el trazado de la autovía dejan muy claro que pasa por mitad del edificio y ni yo, que soy la responsable del negocio, ni mi socia, que es la propietaria de los terrenos, sabemos nada”, insiste. Un tanto abrumada por la situación, puso el caso en manos de una letrada, que la asesora. Sin embargo, por el momento, no hay avances en las gestiones que, como dice, la llevaron a llamar a las puertas del Ayuntamiento, el Ministerio de Fomento e, incluso, la Junta.

Mientras el tiempo pasa, la actividad de “La Venta de las Palomas” se viene abajo. “Hace unos cuatro meses, hubo aquí hasta ocho chicas. Actualmente, solo una, si el negocio no da, no da. No sabemos lo que hacer ya”, lamenta. “Me han destrozado la vida y, además, aquí también está mi vivienda particular y la de mi socia”, clama Concepción Santos Quintillán. Solo quiere el mismo trato que los propietarios que tiene a ambos lados de esta casa de “marías magdalena” y que sostiene que paga la contribución, la tasa de autónomos y cualquier otro impuesto que se le reclama. “Todo está en regla”, deja meridianamente claro.

La dueña de la “empresa” a la que acucia el asfalto recuerda que el cortijo era una antigua posada, reconvertida en un lugar en el que ejercer la prostitución; “el primero de la provincia”, precisa. Esta mujer nació en las Islas Canarias, hace 65 años. Llegó a Las Villas tras una temporada en Málaga. Allí conoció a los anteriores propietarios de “La Venta de las Palomas” y, finalmente, se puso al frente.