El altruismo del mar de olivos perdura en Filipinas

El 8 de noviembre de 2013 un supertifón con vientos de más de 300 kilómetros por hora golpeó las islas de Leyte y Samar y rompió las vidas de 14 millones de filipinos, causando 6.000 víctimas mortales. Las organizaciones internacionales trabajaron a destajo desde el primer momento para solventar las dificultades logísticas. Hoy, más de un año después, la situación ha mejorado notablemente, pero queda mucho por hacer. Se calcula que volver al punto de partida podría llevar hasta 10 años.

17 dic 2014 / 10:15 H.

 

Acción contra el Hambre es una de las organizaciones que trabaja en el terreno y, con ellos, el iliturgitano Jesús Baena, de 32 años, experto en agua, saneamiento e higiene. Llegó a Filipinas 48 horas después del tifón. Y allí sigue. Días antes había estado en Haití. Su primera labor fue potabilizar agua y distribuirla entre los desplazados, concentrados en escuelas y lugares públicos. “La situación ha cambiado radicalmente. Primero se trataba de asegurar agua lo antes posible. Ahora estamos en la fase de rehabilitación de redes, que terminaremos en marzo”, relata. A sus ojos, lo más difícil fue el acceso a muchas zonas afectadas. “Sabíamos que había muchísimas poblaciones dañadas y no podíamos llegar hasta ellas, lo que nos generaba una enorme impotencia”. La primera potabilizadora que logró montar unos días después del desastre, es su recuerdo más cariñoso. Pero cada amanecer es un nuevo reto y todavía le resta mucho trabajo.