Historia de una devoción centenaria

Noalejo rinde culto a su patrona, la Virgen de Belén, desde, al menos, el siglo XVI

24 ago 2018 / 12:05 H.

Honda devoción mariana profesa Noalejo a su patrona, la Virgen de Belén, un lienzo tenebrista anónimo del siglo XVI, en que se representa a la Sagrada Familia con San Juanito. Ya hay constancia en el siglo XVI de que la Virgen de Belén tenía devoción en la Villa de Noalejo, cabe destacar que Doña Mecía de Salcedo, fundadora de Noalejo deja, escrito que todos los lunes, tras su muerte, pide que se celebre por su alma una misa en el altar de la Virgen de Belén, que se encuentra en la Ermita de esta advocación y San Marcos, ubicada en el antiguo encinar.

Las fiestas a la Virgen de Belén siempre fueron en octubre, hasta los años 70 del siglo pasado. Se solían celebrar el segundo fin de semana. La fiesta era únicamente religiosa los dos días de la Virgen y, posteriormente, una vez acabada la fiesta religiosa, se celebraban encierros de toros. La festividad consistía en la procesión de la Virgen de Belén, la cual era trasladada unos días antes a la iglesia para celebrarle una solemne novena. Una vez acabada esta, la Virgen, el primer sábado de octubre, subía y bajaba en solemne procesión a la ermita, y se volvía a encerrar en la iglesia, al día siguiente se celebraba la misa de las fiestas, y por la tarde de nuevo subía a la ermita en solemne procesión y ya se quedaba allí. Cada vez que la Virgen salía o llegaba a la ermita, se le cantaba la Salve de la procesión. Una salve con una música muy antigua que aún a día de hoy se entona cuando la Virgen llega a la ermita y solo se canta en ese momento. Cabe destacar el recuerdo de los mayores, que cuentan que era emotivo cuando la Virgen salía de la ermita, iluminada por una pobre luz que había en la fachada, y todo el pueblo, arrodillado en el antiguo encinar, cantaba la Salve.

Una vez que la Virgen llegaba a la Ermita, la comitiva bajaba a la plaza del Ayuntamiento acompañada de la banda de música, tocando pasodobles, a pedir los toros. Estos se realizaban con las piaras del Tercero Los Alamillos o la piara de los Gabínos, los cuales bajaban de la sierra y eran toreados por las calles del pueblo. Una vez que acababa, eran devueltos a la sierra. Era frecuente que algún toro se quedara despistado por el pueblo y algunos días después diese el susto a algún vecino al volver desorientado al pueblo.

Las fiestas se cambiaron, ya que mucha gente del pueblo emigró fuera del municipio y en octubre no podían estar, ya que residían lejos. Por ese motivo se escogió agosto como fecha para las fiestas patronales, no sin antes haberse probado el juntarlas con la Feria Real.

En la actualidad, se celebran el tercer fin de semana de agosto. La Virgen sube a la ermita el sábado y el domingo regresa, ya que hoy en día se encuentra en la parroquia. Una vez se llega a la ermita, se le canta la tradicional Salve antes de volver a bajar a la iglesia. Posteriormente, el lunes, martes y miércoles, se realizan los encierros de vaquillas en una plaza portátil hecha con vigas y remolques que se coloca para la ocasión. Por la noche se celebran las tradicionales verbenas.