“En la trashumancia no se puede mirar el reloj ni las horas del día”

24 sep 2016 / 11:44 H.

Jorge Morcillo no es una persona mayor, ni mucho menos. Pero es el fiel reflejo de una vida desarrollada en el campo. Lleva casi 20 años (y tiene 33) ininterrumpidos dirigiendo la transhumancia de ganado ovino desde tierras segureñas hasta Sierra Morena. Algo que, en la actualidad, resulta muy difícil de encontrar. El ser joven, trashumante, ganadero y ecológico es excepcional en la provincia. Morcillo es la personificación de la fuerza, el arrojo y el coraje. Tiene a su cargo, nada más y nada menos que 900 ovejas. Eso sí, campan a sus anchas por la sierras de Segura. El joven, de Santiago de la Espada, es ganadero desde que recuerda, una herencia que le viene de su abuelo, Ramón, y su padre, Marcelo Morcillo. “Mis hermanos no quisieron dedicarse a este oficio, así que cuando acabé la Educación Secundaria decidí seguir con la tradición”, apostilla el jiennense.

Sin mirar las horas en el reloj trabaja cada día. Para él no existe la palabra descanso. “Es un trabajo muy duro, como todo en la vida (exclama), pero tengo una ventaja y es que yo soy mi propio jefe. Si un día me quiero ir de fiesta pido a alguien que se quede y no tengo problema”, argumenta el ganadero, que vive de la venta de los corderos. “Con respecto al nivel de vida, el precio del cordero está fatal. Recuerdo cuando mi padre los vendía a 10.000 pesetas, y actualmente se mantiene en 60 euros”, lamenta Jorge Morcillo, y añade: “Si soy sincero se vive de esto, aunque no sea con lujos”.

Su vida se divide en dos. Durante los seis meses de primavera y verano habita en Santiago de la Espada, mientras que en los días fríos del invierno se muda a Linares. Un camino que realiza a pie y con sus 900 cabezas de ganado. Ocho días tarda el trashumante jiennense en descender a Sierra Morena. “La trashumancia tiene su explicación. En invierno sería imposible mantener las ovejas en Segura al aire libre, por lo tanto nos bajamos a Linares donde, al ser un terreno mucho más cálido, pueden pastar a sus anchas”, explica. Apasionado del campo, afirma que su profesión tiene que gustar al que la ejerce: “Si no, resultaría imposible de aguantar”. Una labor, casi en extinción, que enriquece las tierras cultural, histórica y ecológicamente.