El pueblo se volvió un altar

Una lluvia de pétalos fue la única que cayó sobre la Virgen de Consolación

09 sep 2018 / 11:42 H.

Porque nuestro pueblo te quiso ensalzar, Torredonjimeno se volvió un altar”. Como cada 8 de septiembre, el bellísimo himno escrito por José María Gallo en honor de la Virgen de Consolación volvió a hacerse realidad. La Reina de la Campiña desfiló hacia su preciosa ermita, acompañada de centenares de fieles que desafiaron a la lluvia y salieron victoriosos. Las previsiones no eran halagüeñas y el cielo amenazó agua durante toda la mañana. Sin embargo, la Madre de todos los tosirianos se lució con su manto verde olivar. Primero, por ese recorrido de calles antiguas y, a la vez, bulliciosas. Después, por la empinada cuesta que lleva hasta el pequeño templo, situado a unos tres kilómetros del casco urbano. Allí, hasta la casa de la Virgen, los devotos hicieron peregrinación para agradecer que, otro año más, pudieron estar con Ella y contemplar su bonita cara.

Desde tiempo inmemorial, es tradición y costumbre que los fieles celebren una jornada de convivencia en ese lugar para acompañar a su patrona durante su día más grande. Sin embargo, cuando la Virgen ya estaba resguardada en su templo, un fuerte aguacero deslució la fiesta.

A pesar de las nubes, había muchas ganas de romería en Torredonjimeno. Santa María se llenó durante la misa, celebrada por el párroco Enrique Cabezudo. Cuando la homilía estaba tocando a su fin, llegaron a escucharse algunos truenos desde el interior del templo, que fueron acallados por las alegres canciones del coro de la Parroquia. A gloria celestial sonó “Reina de Santa María”, una composición de Manuel Ángel Ibáñez Rivas, que es conocida en el acervo popular de los tosiriano como “Quisiera”. Una pieza que ya forma parte de la memoria sentimental de Torredonjiemno.

Terminada la eucaristía, las cuadrillas de anderos, valerosos hombres y mujeres, entendieron que había llegado el momento. Los cohetes anunciaron la dichosa noticia. Se abrieron de par en par las puertas de la iglesia y la Virgen de Consolación comenzó su anhelado trayecto de vuelta a su ermita, a su casa. Como la previsión apuntaba fuertes chubascos, la cofradía llegó a preparar un carruaje por si hubiera sido necesario resguardar la sagrada imagen. Finalmente, no hizo falta y la patrona de los tosirianos completó todo su recorrido. La comitiva estaba encabezada por la directiva de la hermandad, los hermanos mayores de este año —Francisco Martos Guardia y Loli García Bueno—, así como las autoridades eclesiásticas y civiles. Como marca la tradición, los devotos acompañaron a su Reina en carrozas bellamente adornadas. Los tosirianos hacen el camino en familia, con los amigos y la jornada se convierte en una convivencia inolvidable para todos.

Todavía en las calles del pueblo, Torredonjimeno le regaló a su Reina de Consolación una lluvia de pétalos, lanzados por los devotos desde los balcones. La imagen fue, de nuevo, esplendorosa y puso de manifiesto como el fervor de las gentes de este pueblo de la Campiña por su Patrona se renueva con el impulso de las nuevas generaciones. La “petalá” es la contribución de un grupo de jóvenes cofrades que, hace apenas un par de años, aportaron a la Romería esta singular costumbre de lanzar flores a la Virgen y que ha tomado un auge espectacular. De nuevo, los pétalos, literalmente, alfombraron el asfalto por el que transitó el paso. Fue la única que lluvia que cayó sobre el rostro de la Señora de Consolación.

La llegada al barrio de San Roque es otro de los momentos emocionantes del desfile. Es el final del municipio, el lugar en el que la Reina de la Campiña se despide de su pueblo en su lento caminar hacia la ermita. Muchos tosirianos que no pueden hacer íntegro el recorrido, sobre todo los más mayores, se quedan allí.

Desde ese punto, la comitiva alivió porque comenzaron a caer algunas gotas. La gente miraba al cielo con desconfianza, pero ni tan siquiera fue necesario abrir los paraguas. El cruce de la carretera se hizo sin complicaciones y deparó una imagen de singular belleza: la Virgen coronó el cerro en el que se encuentra su templo, donde fue recibida con vítores y aplausos. El mandón de andas dio las instrucciones oportunas para que la Patrona entrara en su casa. Desde las andas, la sagrada imagen fue depositada en su pedestal y el templo permaneció abierto durante toda la jornada para que los tosirianos pudieran visitar a su Reina.

Ante la inestabilidad meteorológica, muchos vecinos optaron por regresar al pueblo y celebrar el almuerzo de hermandad “bajo techo”. Otros desafiaron los chubascos y permanecieron en el recinto. De este modo, se cierra otra romería. Cada 8 de septiembre, desde hace 560 años, el pueblo vive su día más grande y demuestra el fervor que siente por aquella que intercede y que los protege. Torredonjimeno se vuelve un altar.