El mejor plató para una ruta “de película”

El pueblo lo tiene tiene todo para ser un gran escenario, por su belleza y el esmero de sus vecinos en cuidarlo

18 dic 2017 / 09:00 H.

V isitar Lupión es darse cuenta, nada más llegar, de que su gente ama a su pueblo. Lo dicen sus casas, muchas de ellas de gran prestancia, y otras tantas consteladas de macetas en las que la sequía no tiene nada que hacer, de tanto como se preocupan quienes las cuidan para que luzcan como lucen. Los lupionenses, definitivamente, quieren a su patria chica, porque la impresión que graban sus calles en los ojos de quienes se acercan a su belleza urbana pero de aromas rurales es la de un lugar limpio, defendido a muerte por los suyos, como tiene que ser, hasta en el más mínimo detalle.

Situado entre la comarca de la Loma y la vega del Guadalquivir, lo abraza una multitud de olivos que, detenidos en una fotografía, son el cartel anunciador de la belleza misma. Sí, Lupión derrocha detalles que hacen de él un escenario perfecto: tiene una plaza, la del Ayuntamiento, que reúne los poderes tradicionales: una iglesia, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, que data del siglo XIV, tan sencilla por fuera como interesante por dentro; y el Ayuntamiento, singular edificio que, para su ajetreo diario de papeles y asuntos, se apoya en un torreón medieval cuyos orígenes se remontan al siglo XIII y que tiene todas las papeletas para ser el único vestigio de una fortaleza, si se atiende a alementos desaparecidos pero fáciles de intuir como un matacán, además de sus almenas. Tiene, además, fuentes donde resulta fácil imaginar la presencia de un caballero del Medievo junto a su caballo, mientras el animal alivia la sed de los largos caminos. Y un montón de cosas más que, el día que alguien del sector cinematográfico las descubra, evitará que los jóvenes del pueblo tengan que pensar en coger el coche, mirar hacia adelante y hacer kilómetros para poder ganarse la vida, uno de los grandes males que ajenan a este municipio. “Los lugares se llevan, los lugares están en uno”, escribió el sabio Borges. Menos mal.

Esa pena la olvidan los lupionenses por San Marcos, en abril, cuando celebran al evangelista con los tradicionales rosquillos de pan que todos los vecinos pagan y con la procesión del santo, un verdadero acontecimiento devocional. Un mes después, el patrón del campo, San Isidro, protagoniza el calendario festivo local, que tiene su próxima gran cita en pleno verano, cuando Lupión rinde honores a su patrona, la Virgen del Lorite. Es entonces cuando aquellos que tuvieron que marcharse para labrarse un futuro regresan a su tierra natal y lloran de alegría en torno a la añorada Madre. En la organización y el lucimiento de todas estas convocatorias lúdico religiosas tiene mucho que ver la asociación de mujeres del pueblo, que lleva el nombre de la Virgen y que preside María Dolores Pérez.

Ellas con sus maridos, hijos, padres... hacen de este sitio la “capital de la hospitalidad”, esa virtud que, en este destino de la ruta de Diario JAÉN por los pequeños pueblos de la provincia, se hizo patente y dejó en el espíritu del equipo del periódico ganas, muchas ganas de volver.