Dos castellariegos ayudan a Tanzania gracias a 535 euros

María Fernández y Pedro Manuel Espejo viajan hasta un orfanato

05 ago 2021 / 18:02 H.
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Casi cualquiera, incluso con poco dinero en la cartera, puede ayudar en un país pobres. Eso es lo que demuestra el ejemplo de dos jóvenes de Castellar, María Fernández y Pedro Manuel Espejo, quienes se convirtieron en cooperantes por su cuenta, de manera que trabajaron en favor de un orfanato de Tanzania sin ir de la mano de ninguna ONG.

Fernández relata que los 35 días en tierras africanas fueron una de la experiencias más positivas de su vida, hasta el punto de que está dispuesta a repetirla. La castellariega relata que siempre le hizo ilusión hacer algo por un país pobre. En este sentido, promovió una colecta entre vecinos y amigos, con la que consiguió 535 euros. Los preparativos fueron bastante prolijos, hasta el punto de que le llevaron prácticamente un año. Contactó con varias ONG, pero no le convencieron las condiciones que podían. En la ejecución final de la iniciativa fue vital, indica, el ubetense Domingo Expósito, quien había visitado Tanzania por cuestiones más relacionadas con la actividad física y el medio ambiente. Él la puso en contacto con una familia y con uno de sus miembros, Juma, quien hizo de cicerone y los guio por el entorno de Moshi, un área próxima al Serengueti, el Kilimanjaro y la frontera con Kenia. Fernández y Espejo se conocen desde hace tiempo y este aceptó encantado la propuesta de unirse a una iniciativa en la que, al final, conocieron un lugar tan privilegiado desde el punto de vista natural y etnológico, pues cerca de allí viven comunidades masái.

En el plazo de más de un mes, los dos se hospedaron con la citada familia y desempeñaron una función de albañiles para hacer obra en el orfanato. Incluso llegaron a contratar a un empleado. También hicieron de profesores de Inglés. En opinión de María Fernández, incluso tuvo la impresión de que estaban contemplando un documental de televisión. La estancia coincidió con la temporada de lluvias, pero, pese a todo, pudieron hacer reparaciones en la institución de apoyo a la infancia, incluso con el arreglo de un depósito. Sus condiciones de vida fueron muy modestas, hasta el punto de que no había ducha.

La cooperante castellariega destaca que le llamó la atención la omnipresencia de los niños y que estos siempre tienen un sonrisa en la boca. “Son superfelices prácticamente con nada. Lo poco que tienen lo dan”, manifiesta. Igualmente, resalta lo contentos que se pusieron los menores cuando les entregaron unos simples globos. En este sentido, detalla que en las áreas urbanas existen tiendas, aunque habitualmente la gente no tiene capacidad para comprar bienes como electrodomésticos. Sobre la sociedad, detalla que los hombres trabajan en el campo y las mujeres lo hacen en la venta ambulante, sobre todo en mercados. En cuanto a los vínculos, más allá de la familia directa, precisa que todos se consideran “primos” entre ellos, aunque no lo sean. También le llamó la abundancia de vehículos. La gente es superfeliz. Después de las vivencias, se mantiene el contacto con ellos, con conversaciones semanales. Por ello, acabada este primer proyecto, breve pero intenso, al menos a ella le encantaría repetir una visita fructífera y gratificante.

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