Cazalilla vuelve a lanzar la pava, pese a la prohibición

Un hombre arroja el animal desde el tejado de una vivienda particular

04 feb 2017 / 11:19 H.

Voló. La pava de Cazalilla se lanzó, eso sí, no desde el campanario como marcaba la tradición, cada día 3 de febrero, en el día grande de su patrón, San Blas. El pueblo parecía más un escenario de una cumbre ejecutiva que una fiesta de pueblo. Entre decenas de guardias civiles y una Plaza de la Constitución abarrotada de público muy expectante y sin la presencia de colectivos en defensa de los animales, un hombre cubierto con un pasamontañas arrojó la pava, justo al lado del campanario, desde donde habitualmente se lanzaba. Hasta el último momento no faltaron la incertidumbre ni la emoción, tampoco los gritos de “¡Sí, si, sí, la pava ya está aquí!”.

¿Habrá pava o no habrá? Esa era la pregunta del millón entre los habitantes de Cazalilla. Nadie —o casi nadie— sabía lo que iba a ocurrir minutos después. Por eso, la tranquilidad se convertía en la protagonista de la primera parte de la tarde. La rosquillas bendecidas —unas 2.000, según la hermandad— se vendían en el interior de la parroquia y la gente, en la calle y entre los típicos puestos de feria, aguardaba la salida del patrón. Eran las cinco menos cuarto de la tarde. Solo la alta presencia de guardias civiles y esos balcones repletos de muestras de apoyo por el lanzamiento de la pava salían de la tónica general de cualquier festividad. San Blas salió en procesión. Vítores y flores para el santo, sin olvidar la música de la Asociación Ortega y Cortés. Pero todos los “corrillos” hablaban de lo mismo. “Se han cargado la fiesta sin motivos. A la pava no la maltratamos; todo lo contrario, se la cuida. Mi padre se ha encargado de arrojarla más de treinta años y ahora nos lo han prohibido”, decía Aurora, en defensa de la tradición. “A ver si echan una piara de pavas”, decía otra vecina, entre risas.

Después llegaron los momentos “más atronadores” de San Blas. Pepe, uno de los vecinos del pueblo, aparecía en la plaza con su pava, la hija de la que lanzaron en 2015. Todo el mundo exclamaba. “¡Viva la pava!”, decían. “Está mejor que en brazos”, defendía el hombre, pocos minutos antes de que San Blas regresase a su templo. Fue entonces cuando, para sorpresa de muchos, en el instante en el que el patrón cruzaba la iglesia de la Magdalena, un hombre con el rostro cubierto por un pasamontañas lanzó la pava desde la terraza de una vivienda pasadas las 18:30 horas. Sin embargo, entre el enorme revuelo que había en el pueblo, el animal optó, en un primer momento, por quedarse por los tejados cercanos y no voló hasta la plaza, donde cientos de personas la esperaban para hacerse con ella como si se tratara de un preciado trofeo.

Seguidamente, la atención se dirigió de nuevo a la plaza donde, de repente, al igual que pasara el año pasado, un vecino apareció con una pava en brazos al grito de “sí, sí, sí, la pava ya está aquí”. Así acabó la incertidumbre para un pueblo de ochocientos habitantes, que en estos días duplica su población.

Amplio dispositivo para velar por la seguridad
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Hasta ocho coches de la Guardia Civil se podía contar en la puerta del cuartel de la Benemérita de Cazalilla. Y es que durante la tradicional procesión de San Blas y después del encierro de la imagen hubo un amplio dispositivo de agentes de uniforme y de paisano para evitar posibles incidentes, y tomar nota de todo lo que ocurriera en el municipio por si finalmente la pava volvía a ser lanzada. No hubo altercados, salvo la agresión a un periodista y la atención sanitaria que requirió una mujer al encontrarse mal. Con la de este viernes, ya es el segundo año consecutivo que se quiebra el festejo del lanzamiento de la pava como se venía haciendo desde hace cien años, desde la torre del Campanario. La decisión del Obispado de mantener cerradas las puertas al campanario de la Iglesia de Santa María Magdalena obligó a los defensores de esta tradición a buscar alternativas.