Y después del olivar, ¿qué hay?

Nada, después de olivar no queda nada. Escuece decir las carencias de esta provincia porque son muchas, largas en el tiempo y obsoletas, se veían venir. La avalancha de estrecheces y ruina se presentía años ha, pero nadie tiraba la primera piedra ni recomponía ese presente endeble. Jaén se desvanecía y perdía su hedor entre el día a día y el olvido. Ahora estamos en estos lodos que nos succionan y abruman. De sobra sabemos que estas tierras generosas y fértiles del viejo Reino de Jaén están preñadas del sustancioso olivar; santo y seña de su propiedad, rico y extenso por demás. Sesenta y seis millones de olivos dan para mucha riqueza y bienestar, por tanto hay que llamarlas benditas tierras. Benditas, porque por siglos van calmando muchas hambres y repuestos muchos hogares. Pero basta, aquí llegamos, ahí termina todo, se echa le cerrojo a la campaña olivarera, y el remate pone su punto final. No hay más.

Jaén entra en letargo, se adormece. No hay empresas fuertes que puedan absorber personal, ni industrias que dinamicen y que sean un revulsivo importante para la economía de esta provincia. Hacen falta alternancias que refuercen la materia prima del olivar. Jaén entra en reposo cuando termina la campaña y esto lo saben los políticos que nos han regido de todas las ideologías y colores, pero la provincia sigue igual y no atina a despegar ni acelera el paso. El avance de tantos pueblos no puede resumirse en la sacrosanta tierra.

La economía es cambiante, el mundo se mueve para avanzar, con una velocidad aplastante, las ciudades y los pueblos crecen y tienen otras necesidades. Todo es movible, todo se modifica, las personas se multiplican en su número. Lo que hace cien años era suficiente, ahora es escaso; por lo tanto, duele en el alma tanta inmovilidad, tanto paro, tantas manos desocupadas. El remedio nunca llega y se oye la misma la misma cantinela, las mismas quejas, los mismos cansinos lamentos, y es lógico que sea así, no se le ve remedio a este desesperado atolladero. Pobres, pobres tantas familias en precario.

Se dice que el jiennense es conformista por naturaleza, que reconoce y le aflora el victimismo, que lo asume y advierte, que le faltan expectativas de empleo, de vida, aunque calla, sufre y mira al cielo, porque no encuentra el horizonte, pero lo hay, aunque esa brecha la tienen que abrir y proporcionar la clase política, que para eso está, para defender el nombre, los intereses, la economía y necesidades. Su patrimonio y su bienestar están fuera de nuestras lindes. Nos ignoran, no existimos, somos de cristal transparente. Tantos años de democracia y Jaén sigue en el olvido. No tenemos ni ferrocarril. Los políticos perdieron el salto cuando el AVE pasó para Sevilla, no supieron defendernos pasando tan cerca y teniendo esa probabilidad de estar conectados a ellos.

¡Puf! Un enjambre de argumentos imposibles de enumerar. Veo que el jiennense no es conformista, es demasiado noble y sufridor. Y ya se sabe: oveja que no bala... Todos estos dolores que sentimos los que vivimos y queremos a estos santos lugares les tenemos que añadir los dispendios hechos con dineros públicos y gastados en saldos; dígase tranvía.

Mo me cabe en la cabeza y no termino de asumir cómo una obra de esta categoría, el gasto de esos vagones y el estropicio ocasionado en la ciudad para algo que no sea rentable. ¿Se puede concebir semejante atrocidad? ¿Tantos millones enterrados sin antes no hacer un estudio previo de rentabilidad? ¿Y el asunto Museo Ibérico? Duerme por los siglos de los siglos igual a las reliquias que atesora, pero creo recordar haber leído que se entregó el dinero para finalizarlo. Claro que como el dinero es papel, vuela.

¿Y el antiguo Banco de España? Tan magnífico edificio céntrico y como pieza preciosa para ampliar el Conservatorio de Música. Ahí permanece dubitativo, sin definirse bien su uso. Sombras, muchas sombras arropan a Jaén, la ciudad no las merece, mucho menos el jiennense, que ve partir con dolor a hijos jóvenes y preparados porque su tierra no tiene futuro para ellos. Vive Dios que esto no es por decir, ni pretendo ser agorera, soy realista. Es un campanazo al corazón de quienes tienen entre sus dedos los mimbres para hacer llegar a esta provincia todos aquellos medios de que carece y por tantos años se le está negando. Jaén, como todas las cosas del mundo, tiene sus luces y sus sombras. Hoy he señalado algunas, solo algunas de las muchas que carece y no llegan a iluminarlas. Lástima. Jaén es la ciudad donde se vive bien a pesar de sus dolos, estos dolos que los griegos señalaban como malos ardiles, fraudes o engaños. Pues eso.