Vitrinas repletas de ofrendas

Coronas, rostrillos, joyas, condecoraciones, mantos, una valiosa pinacoteca y un sinfín de piezas en torno al amor de los jiennenses a su patrona se exponen en su casa museo desde el año 1987

03 mar 2019 / 16:26 H.

Casi seis siglos de devoción a la Virgen de la Capilla han generado un patrimonio histórico, artístico y sentimental de primer orden, que su hermandad gusta de compartir con los jiennenses y con todos aquellos que visiten la ciudad y deseen conocerlo: “Mucha gente ha venido y nos ha dicho que no se imaginaba que hubiera un lugar como este en Jaén, asegura Suli Colmenero, hermana mayor de la cofradía, que presume de unas instalaciones de lo más completas, ideadas con el fin principal de exponer las muestras de amor hacia la patrona de la capital a través de las donaciones recibidas a lo largo del tiempo y que incluyen desde un riquísimo joyero hasta un impresionante ajuar y una pinacoteca no menos ponderable, entre la multitud de piezas que forman el catálogo de la Casa Museo de la Virgen de la Capilla.

Se trata de un edificio de tres plantas, con fachada al popularmente conocido como callejón de la Virgen, aledaño al templo de San Ildefonso, cuyos muros lindan con el inmueble hasta el punto de que el camarín donde recibe culto diario la Señora forma parte del museo. Abierto al público desde su inauguración en 1987, este espacio expositivo es uno de los grandes desconocidos de la capital en su ámbito, pese al esfuerzo divulgativo que, desde la concepción del proyecto, desplegó su cofradía.

En cualquier caso, alberga una colección de arte religioso tan destacable que la hermandad no ceja en su empeño de abrir sus puertas a jiennenses y foráneos: “Ahora mismo estamos aquí a demanda, porque no podemos permitirnos tener a una persona para atenderlo cada día, así que son las propias camareras de la Virgen y miembros de la junta de gobierno quienes se encargan de atender al público y mantener todo en orden”, apostilla la hermana mayor, que en esta línea reclama atención institucional para contribuir a sufragar los gastos que genera el museo: “Hacemos comidas, lotería, mercadillos y otras actividades, cuyos beneficios van, en su mayoría, a caridad, y de ahí tenemos que mantener este edificio adecentado, además de la casa de hermandad”.

Y es que, al día de hoy, quien se acerca a visitar las instalaciones no pagan entrada alguna para disfrutar de sus contenidos. El paseo comienza en la planta baja, a la que se accede a través de un portón de madera sobre el que descansa una espectacular vidriera de la Virgen. Una vez dentro, el visitante recibe la primera gran impresión al toparse con la cámara acorazada donde se exhiben, entre otros elementos, las coronas de la Virgen y el Niño, sendas piezas de orfebrería de primer nivel de la histórica firma madrileña Ansorena, ofrendadas a la imagen en desagravio por la desaparición de las originales, de 1930, en la Guerra Civil y recientemente restauradas, en palabras de Colmenero, “con gran esfuerzo por parte, principalmente, de las camareras y la junta de gobierno”.

Frente a la entrada, el trono procesional que cada 11 de junio recorre la capital y, en las paredes, la antigua celosía tras la que se guardaba el acta testifical del descenso de la Virgen a la ciudad, que data de 1430 y aún se conserva en la capilla de San Ildefonso. Una serie de vitrinas exponen algunos de los mantos más significativos del ajuar de la patrona, entre los que destacan “el de los Niños” —regalado por los colegios jiennenses en 1961—; el de la Coronación, ofrendado por la marquesa del Rincón de San Ildefonso en 1930, de moaré rosa y bordados en plata, o el de Isabel II, de 1864 y entregado por la monarca española a la Virgen, una auténtica joya de damasco bordado en oro. Los grandes faroles que siempre encabezaron tanto la procesión como el tradicional rosario de San Bernabé, junto a un par de bendiciones apostólicas, invitan al visitante a enfilar la escalera de ascenso a la segunda planta de la casa museo.

Una vez allí, históricos carteles del quinto centenario del descenso abren el itinerario, que incluye nuevas vitrinas de ricos mantos, tan sugestivos en su contemplación que merecieron un encantador poema del recordado Felipe Molina Verdejo, académico de la Bibliográfica Mariana Virgen de la Capilla, que incluyó en su último libro, “Épico Jaén, lírico Jaén”. Aquí están las piezas ofrendadas por el marqués de Mondéjar, de 1880, en otomán de seda y tisú de plata, o el célebre de los condes de Corbull, que los Sanmartín y Contreras costearon para la patrona, sobrecogedora ofrenda en terciopelo rojo bordado en oro con el escudo nobiliario de la casa en el centro. Precisamente desde esta segunda planta se puede tocar con los dedos el camarín de la patrona, una soberbia construcción de sillería que data de 1680 y que guarda muchas analogías con el de Nuestro Padre Jesús Nazareno, erigido en la misma época. Este pequeño habitáculo, según la dirigente cofrade, se abre cada 11 de mes para que la gente pueda venerar a la Virgen de la Capilla.

Junto a esta singular capilla, un inmenso cuadro religioso —que pide a gritos una restauración “imposible de asumir actualmente por parte de la cofradía”, dice Suli Colmenero— admira por su buena traza, hasta el punto de que, en palabras de la hermana mayor, “el gran especialista en arte José Domínguez Cubero lo atribuye a Sebastián Martínez”. A la espera de intervenir sobre la pintura y de dar con su autor, lo cierto es que este no es más que el primero de una interesantísima colección plástica que tiene sus “galerías” en la tercera planta de la casa museo.

Un espacio tan alto como las propias bóvedas de la basílica menor de San Ildefonso y en el que la visión de los pintores contemporáneos jiennenses sobre la imagen y las fiestas de la Virgen de la Capilla deja boquiabierto al visitante. Sí, son los carteles de las fiestas patronales que, firmados por creadores como los desaparecidos Miguel Ayala y David Padilla o por otros en plena actividad, entre ellos Miguel Viribay, Jacinto Linares, Francisco Carrillo o Francis Ochando, conforman una pinacoteca de lujo en honor de la patrona principal y alcaldesa mayor de la ciudad. Cuadros que conviven con letras apostólicas cargadas de siglos, una de ellas de 1540 firmada por el Papa Paulo III, con indulgencias para quienes se postren ante la Virgen en su capilla de San Ildefonso. Además, la candelería del paso de procesión se muestra en todo su esplendor al tiempo que rodea la antigua peana de la imagen, una pieza impresionante, en forma de nube, labrada en plata de ley, a la que pone telón de fondo una colección de varas neogóticas, que los miembros de la junta de gobierno portan durante el desfile por la capital cada 11 de junio.

“Queremos que esta casa se dé a conocer, que las instituciones tengan más sensibilidad con él, que la gente venga y conozca a la Virgen de la Capilla, que es la patrona de Jaén, y que la ciudad muestre interés por visitar este museo, que contiene cosas maravillosas”, expresa la hermana mayor de la cofradía, devota de esta advocación jiennense desde su infancia por vínculos familiares, al tiempo que aplaude la labor de los responsables cofrades que, en su momento, lucharon por que el proyecto de la casa museo fuera la realidad que hoy es: “Se ha luchado muchísimo por esto”, concluye Suli Colmenero.

Un capote de Ponce, regalo del maestro
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La vinculación del matador de toros valenciano Enrique Ponce con la provincia de Jaén viene de lejos, dado que fue en el Santo Reino donde se formó como matador y posee una de sus fincas, en territorio navero. En la cúspide de su carrera taurina, el también ganadero vino a torear al coso de la Alameda, durante la Feria de San Lucas del año 2006, envuelto en un capote de paseo presidido por la imagen de la Virgen de la Capilla, sobre un fondo de seda blanca. Una pieza artística encargada por el propio torero con el objetivo de ofrecérsela como regalo a la Virgen de la Capilla. Unos meses más tarde, en abril de 2007, la basílica de San Ildefonso acogió el acto de entrega del capote, en el que participaron monseñor Manuel Bueno y José Humberto Montero, a la sazón hermano mayor de la cofradía. Desde entonces, la hermosa prenda forma parte del patrimonio de la patrona y se expone en una de las vitrinas de la primera planta de su casa museo.