Una espiral de ricos hallazgos

24 feb 2019 / 22:09 H.

La existencia de singulares vestigios arqueológicos, en forma de anillos concéntricos, en la capital jiennense, en la zona urbana de Marroquíes Bajos, levantó una gran polvareda mediática internacional cuando un documental dirigido por James Cameron y posteriores estudios de diferentes investigadores situaron la Atlántida —o una de sus “secuelas”— en el Jaén español. Ahí siguen los estudiosos, entregados al trabajo de dilucidar cuánto de leyenda y de realidad puede tener la ubicación de la mítica isla en territorio del Santo Reino.

A más de nueve mil kilómetros de la ciudad del Lagarto, en el otro Jaén —el peruano, el de Bracamoros, que fundara en el siglo XVI el capitán Diego de Palomino—, los esfuerzos arqueológicos se centran en sacar a la luz, desde el año 2009, los tesoros milenarios de Montegrande, cuyo templo —como muestra la fotografía superior— comparte analogías formales con el yacimiento jiennense pero que, gracias a la labor científica de profesionales como Quirino Olivera y su equipo, no deja lugar a la duda acerca de su datación, que se remonta a cinco mil años atrás: “Llevamos ya diez años de investigación en una zona —la Amazonía de Perú— en la que siempre ha habido mucho interés por este lugar”; no en vano, Olivera destaca la figura de Julio César Tello, el padre de la arqueología peruana, “médico y antropólogo indígena que fue uno de los que más estudios realizó sobre el ‘Vaticano’ del mundo andino, hace unos sesenta años”. Unos trabajos que, retomados por Olivera a finales de la primera década del tercer milenio, deja clara la importancia del yacimiento: “Estamos descubriendo una arquitectura monumental, hecha de forma colectiva, lo que demuestra la existencia de grandes culturas”, celebra.

Tan trascendentales resultan las revelaciones que ofrece Montegrande, que tanto medios especializados como instituciones académicas de todo el planeta no lo dudaron a la hora de calificar Montegrande como un hallazgo de primer nivel, y el galardón como uno de los diez mejores descubrimientos arqueológicos en el mundo: “Fue en Shanghái, durante su foro”, recuerda Olivera, a quien, nuevamente, le llegó el reconocimiento en 2018, en la ciudad de Nueva York, donde recibió el premio “Raíces Latinas”. “El premio más grande es el desarrollo social de estas comunidades, siempre marginadas”, apostilla.

Fruto de sus investigaciones en el yacimiento de la región de Cajamarca, es el libro “Jaén, arqueología y turismo”, publicado por Yanápay Andina Consultores y financiado por la Municipalidad Provincial de Jaén, en el que Quirino Olivera da cumplida cuenta de todos los hallazgos acontecidos hasta el pasado año y su potencial no solo como vertebrador cultural de la zona, sino también en su papel de herramienta de dinamización turística para un territorio pleno de posibilidades, sobre todo para las últimas concentraciones nativas de la Tierra, que habitan en la Amazonía que comparten Perú y Ecuador. Y es que, según explica Olivera, “estas investigaciones han hecho posible que se dote de servicios, mejores condiciones y carreteras de acceso”, por lo que —asegura— “los políticos se han dado cuenta de que Jaén existe”: “Los ojos de Perú y del mundo entero atienden ya a estas zonas”, aplaude el investigador.

En esa misma línea se pronuncia Glicerio Pachamora, presidente de la asociación Hijos de Jaén, con sede en Madrid y que agrupa a los jaenenses que viven en España: “Para nosotros, la publicación de este libro ha sido como una especie de velamiento de la riqueza arqueológica, turística y cultural de esa región nororiental a los ojos de la gente que no es de allí”. Dice Pachamora que “Jaén, en Perú, ha sido una provincia desconocida por muchos, los jaenenses somos gente tranquila, autosuficiente, que no genera mucha noticia, y tampoco hemos tenido mucha emigración, como sí pasó en otras zonas del país; además es una zona muy distante de la capital y no ha resonado mucho”. Eso, al menos, hasta ahora, porque —así lo confirma el presidente de “Hijos de Jaén”, “con esta publicación los medios de comunicación y los científicos han dado a conocer la región incluso para nosotros mismos”: “Por doquier, en Cajamarca y todos esos distritos hay mucho por descubrir e investigar”, expresa.

Y hay más, mucho más. La incidencia de los descubrimientos en el futuro del Jaén peruano pasan, a partir de los tesoros que han salido a la luz y que han puesto el foco internacional en este territorio, por “la promoción de un turismo cultural” que tiene en el cacao uno de sus principales atractivos: “Hay plantas arqueológicas de 5.300 años, y muchas empresas quieren importarlo y exportarlo a través de marcas registradas que evidencien que es un producto originario de la Amazonía”, aclara Quirino Olivera. De esta forma, un alimento tan representativo del continente americano y cuya extensión por el resto del mundo es un hecho incuestionable queda vinculado, científicamente, a estas tierras.

De esta manera, la potencialidad de Jaén de Bracamoros como destino turístico toma carta de naturaleza y abre nuevas puertas laborales a la sociedad que habita en el entorno de Montegrande: “Las compañías, los inversores y quienes quieran hacer negocios en la zona tienen un polo tremendo ahí, unido a las negociaciones que se tienen con Ecuador respecto a la zona binacional”, celebra Glicerio Pachamora, y añade: “Quien quiera puede ir ahí a invertir en un buen negocio, es una zona próspera, estratégica, donde confluye mucha gente, y a través del turismo, contando con los agentes económicos y científicos que puedan levantar allí escuelas y otras instalaciones, cuidando el medio ambiente, por supuesto, hay un gran potencial”.

Y es que, con base en el patrimonio arqueológico con el que cuenta la región, el desarrollo de un “circuito turístico amazónico binacional Perú-Ecuador” —así lo denomina el propio Olivera— y a la vista de las conclusiones que se pueden extraer tras la consulta de “Jaén, arqueología y patrimonio”, es un proyecto tan factible como necesario: “Será un impresionante viaje al pasado, donde el visitante podrá transportarse en el tiempo y recorrer más de cinco mil años de historia”, indica el arqueólogo, mientras detalla los principales hitos de la ruta: “La aventura se iniciará en el sitio arqueológico de Santa Ana La Florida en el Cantón Palanda, en Ecuador, y luego, siguiendo las aguas del río Chinchipe, ingresará en el territorio de Perú para visitar los diversos sitios arqueológicos ubicados en las provincias de San Ignacio y Jaén, en la región de Cajamarca, y Bagua, Utcubamba y Chachapoyas, en la región del Amazonas”. Y, por supuesto, el templo de Montegrande, “una impresionante arquitectura en forma de espiral, la cual fue edificada siguiendo el mismo patrón arquitectónico que las edificaciones descubiertas en Palanda (Ecuador)”, explica. En definitiva, arte rupestre, arquitectura defensiva, ejemplos funerarios y un buen número de espacios todavía a la espera de ser escrutados que, de seguir la tendencia experimentada por las excavaciones en la última década, pueden alumbrar aún descubrimientos de gran calado arqueológico.