Un pirómano deja su firma en fincas de olivares centenarios

Los agricultores vigilan después de encontrar árboles envueltos en llamas

01 may 2018 / 10:43 H.

Cogió ramón que había por los alrededores. Lo apiló junto a un olivo centenario, sacó el mechero y lo prendió. El árbol comenzó a arder hasta convertirse en una enorme columna de fuego hasta, que poco a poco, se consumió y se apagó. Por la mañana, cuando llegó Juan Pedro Sánchez de la Casa, su propietario, solo quedaba madera quemada y cenizas. “Este es el tercero que me queman. Ni están en una linde, ni junto a camino alguno. Se eligen al azar y se les prende fuego”, explica el agricultor. Asimismo, continúa: “Nosotros no paramos de vigilar. También he puesto una denuncia, pero pedimos a la gente que, si ve algo raro, que avise a la Policía. También a los agricultores que no dejen ramón ni rastrojos en las fincas porque se usan para quemar los olivos”.

El pirómano vuelve a actuar. La finca que ha perdido tres olivos está cerca del almacén municipal que ardió. También de las parcelas del Bulevar que se prenden todos los veranos y de los terrenos municipales que tienen que apagar los Bomberos de Jaén cuando los matorrales se secan. El incendio en esta finca no es fortuito, ya que se ve con claridad cómo su protagonista ha caminado en busca de ramas secas y las ha apilado junto al olivo para que puedan prender su vieja madera. Sin embargo, para el agricultor no conlleva perder uno de sus cien árboles, sino ver cómo se le quema el pan que tiene que llevar a su casa. “Echa unos 100 kilos de aceituna al año, que, a 70 céntimos, son 70 euros”, indica. Sin embargo, esto no es lo peor. Son árboles que compró su padre y tienen más de cien años. Por eso, considera que, para recuperarlo, pasarán, como mínimo, 30 años o, lo que es lo mismo, que donde tenía 70 euros ahora tiene un hueco quemado que no recuperará su capacidad productiva durante mucho tiempo.

Las parcelas que están sufriendo los ataques del pirómano están en los terrenos que van desde el Bulevar hasta la Carretera de Fuerte del Rey —los matorrales de la vía del tren, que también están por allí, son un clásico también de los fuegos intencionados durante el verano—.

Los agricultores están en alerta. De hecho, tienen una ligera idea de quién puede ser. “Como no lo hemos visto, no se puede acusar a nadie, pero orientados estamos”, dicen algunos. Por eso, no quitan ojo a los movimientos extraños que puedan ver por las inmediaciones. También tienen sus teléfonos para avisarse mutuamente si ven que alguien sospechoso se adentra en sus olivares. A la pregunta de qué harían si encuentran a alguien quemando sus olivos, son rotundos: “Prefiero no pillarlo jamás”. Sin embargo, no dudan a la hora de aseverar que tienen un auténtico problema.