Un empresario local se hace con el antiguo salón Marino

Jaime Sánchez todavía no tiene decidido a qué dedicará las instalaciones

14 oct 2018 / 13:59 H.

Lo que fue, en su día, el espléndido salón de bodas Marino se convirtió, después de ser embargado, en un lugar desolado, que albergaba un asentamiento incontrolado de temporeros que buscaban una oportunidad en la aceituna. Ahora, el espacio podrá resurgir de sus cenizas como el ave Fénix.

El empresario santanero del sector del transporte Jaime Sánchez es el nuevo dueño de las instalaciones. Las adquirió después de contactos con la entidad financiera propietaria del bien, Novacaixagalicia. Desde hace unas semanas, Sánchez está centrado en las tareas de limpieza del inmueble. Su intención es cercar para evitar que vuelva a ser ocupado en la ya cercana campaña oleícola.

El nuevo titular de las dependencias explica a Diario JAÉN que su proyecto es a largo plazo. Su idea, en principio, es que vuelva a servir de salón de celebraciones, aunque una circunstancia desfavorable para ello es la reciente apertura de un negocio del gremio en el cercano polígono El Retamal. Otras opciones que sopesa el empresario son crear una residencia o algún tipo de alojamiento para ocasiones como el festival Etnosur.

“Hay mucho trabajo que hacer”, señala Jaime Sánchez, en referencia al estado en que se hallan las instalaciones. La parcela es muy amplia, con unos 36.000 metros cuadradados, y va desde las cercanías de la N-432 hasta el entorno de La Moraleja. Después de la limpieza quedará la estructura que podrá aprovecharse, aunque Jaime Sánchez indica que, por lo pronto, colocará un tejado.

El antiguo salón Marino es un ejemplo de las consecuencias de la crisis económica. Las instalaciones, muy amplias, estaban en uso para bodas, comuniones y otros actos sociales, aunque todavía quedaba una parte por concluir. Después del embargo, el inmueble, rodeado de jardines, quedó abandonado. Sus estancias sufrieron las consecuencias del vandalismo. Durante varios inviernos consecutivos inmigrantes de varias nacionalidades ocuparon el recinto y causaron aún más desperfectos, ya que, por ejemplo, encendieron fuego en el interior. Además, las dependencias se encontraban llenas de residuos de lo más variado e incluso de excrementos.

El punto de inflexión llegó en enero de 2017 al detectarse casos de tuberculosis entre quienes permanecían en el asentamiento. Uno de los temporeros requirió hospitalización y trece dieron positivo en las pruebas. Meses después, los edificios quedaron tabicados y se procedió a una limpieza de parte de la suciedad. De esta manera, en la campaña de la aceituna 2017-2018 el número de trabajadores que pernoctó en la construcción disminuyó de manera considerable, aunque todavía quedaban algunos. Actualmente, carteles colocados a instancias del nuevo propietario en los distintos accesos prohíben la entrada a la parcela a cualquier persona ajena.