La Revolución Industrial patria y su influencia en Iberoamérica

El profesor de la UJA, Rafael López García, revisa el legado que dejó Carlos III con sus fábricas y máquinas

06 jul 2016 / 13:36 H.

Maquinaria e Ingeniería en las Reales Fábricas de Carlos III” es una de las propuestas más originales de los Cursos de Verano de la Universidad de Jaén en La Carolina, una formación destinada a acabar con mitos. “Existe un sentimiento generalizado de que el mundo hispánico se mantuvo al margen de la Revolución Industrial, quizás por las características específicas de nuestros pueblos y gobernantes. Sin embargo, un análisis crítico de la época deja claro que sí la hubo”, reflexiona el director de este ciclo, Rafael López García, profesor titular de Ingeniería Mecánica y Minera de la UJA Y es que, aunque este profundo cambio social, como reconoce, “resultó fallido”, existió en el país. España necesita recursos, sobre todo, y analizaba la fórmula de abordar el comercio colonial, con una tendencia a controlar el conjunto de la economía por parte del Estado, lo que se materializaba, deja claro, en una tendencia al absolutismo, aunque con liberalización fiscal, con menos impuestos y menos monopolios. Esto, como precisó el experto, dio lugar a una revolución industrial que impulsó sistemáticamente Felipe V, el primer rey de la saga de los borbones.

Prueba de ello son las manufacturas estatales, inspiradas en un modelo que ya puso en marcha el monarca galo Luis XIV, con influencias italianas y holandesas; en definitiva, una política estratégica. Con Carlos III, llegan nuevas fábricas estatales, con un claro afán por implantar la industria en el Reino de España, con una red que producía una gran variedad de productos: armas. monedas y artículos de todo tipo para lograr así que los súbditos tuvieran a su alcance todo lo que precisaran. Las reales fábricas también tienen grandes valores artísticos, como precisó, una cuestión ya estudiada, no como sus máquinas, que también merecen un análisis. Y son, como argumentó, ejemplos de buenas prácticas de ingeniería, una parte de la historia que es preciso, según López García, y modelos para el avance de la industria en toda Iberoamérica, una revisión del pasado que capitaliza la UJA.