Expropiados de 50 aldeas quieren recuperar su hogar

Afectados crean una plataforma para la reversión de propiedades

27 abr 2017 / 12:30 H.

Decía Cicerón que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Es, por ello, que afectados y descendientes de aquellos vecinos de la Sierra de Segura que tuvieron que abandonar, de forma forzosa, sus viviendas en los años 60 no están dispuestos a que su pasado caiga en el olvido. Corrían las décadas de los 60 y 70, cuando unas 2.000 personas que habitaban en algunas de las cincuenta aldeas de Santiago-Pontones fueron expulsadas de sus casas, inmuebles que incluso llegaron a derribarse para impedir que los moradores regresasen a ellas. El Gobierno de entonces ejecutó una expropiación forzosa, en la mayoría de los casos, alegando la repoblación forestal de la zona. Con el objetivo de recuperar lo que consideran suyo, un grupo de afectados y descendientes han creado un movimiento reivindicativo que mantiene unidas a multitud de familias originarias que tratan de luchar para recuperar las aldeas expropiadas. Los afectados comenzaron, esta semana, con la medición de las primeras fincas para poder reclamarlas a la Administración.

La promotora del movimiento es Miriam Martínez. Ella es nieta de Juan José Martínez y Julia Mañas. Sus abuelos, pastores de profesión, fueron antiguos propietarios de una de las viviendas de la última aldea desalojada, la de Los Goldines. Incluso, señala, su padre llegó a nacer allí. Sin embargo, su familia se vio obligada a marcharse a Santiago de la Espada. “Yo he vivido con esta historia toda mi vida. Le he prometido a mi padre que lucharé por lo que es suyo, por lo que un día le arrebataron que no es otra cosa que su casa y sus tierras”, explica Martínez, mientras pasea por Los Goldines. “Vengo en muchas ocasiones, imagino que lo que ahora son montones de piedras, antes eran pequeños pueblos. Tuvieron que vivir una tragedia cuando le arrebataron sus viviendas”, relata con nostalgia. Martínez lidera el movimiento, al que se han unido multitud de propietarios que ya han rehecho su vida en diferentes lugares, pero no olvidan ni sus orígenes ni el drama sufrido al ser obligados a marcharse. Ahora, estudian los diferentes expedientes de expropiación para conocer cada caso.

Según indica Martínez, se realizaron con el objetivo de crear un gran coto de caza donde no estorbaran los habitantes repartidos por las aldeas. Asegura que en la mayoría de los casos, la principal razón que era la reforestación no se llevó a cabo, por lo que los antiguos propietarios pueden pedir la reversión de sus propiedades, a cambio de que devuelvan el coste que un día recibieron por los terrenos. El proceso se avecina largo, asegura Miriam Martínez, pero no imposible. “Soy consciente de ello, pero que sea difícil no significa que sea imposible. A todos los que vivían en estas aldeas ya se lo arrebataron todo en su día; sus casas, sus tierras, sus raíces, sus vidas. Ya nos lo quitaron todo, así que no nos queda nada que perder, porque si luchas puedes perder, si no luchas estás perdido”, concluye Miriam Martínez.

“Fueron presionados para que se marcharan”
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Francisco Gómez es uno de los aldeanos que sufrieron en primera persona la expropiación forzosa. Nació en Arroyo Montero y cuenta que, desde hace siete años, organiza un encuentro, fruto de la añoranza que comparten por su tierra. Afirma que las aldeas estaban habitadas por agricultores y ganaderos, quienes fueron presionados para que dejaran sus viviendas. “Recibían multitud de denuncias de Patrimonio Forestal del Estado por pastar en terrenos considerados propiedad del Estado o zonas protegidas. Todas estas actuaciones obligaron a la mayoría de vecinos a vender sus propiedades por precios ridículos y los pocos que se resistieron a aceptar el dinero de la expropiación, finalmente, tuvieron que irse porque apenas existían servicios”, explica. El expropiado asegura que lo más indignante es que le quitaron sus tierras para que los cazadores disfrutasen de ellas.