Esperanzas “renovadas”

Respaldo a la “Olla Comunitaria”, un programa creado, originalmente, por colectivos, entidades, parroquias y particulares del polígono de El Valle para ofrecer una solución a más de un centenar de personas en riesgo de exclusión. La Delegación de Igualdad, Salud y Políticas Sociales alaba el trabajo realizado por la Fundación Don Bosco. Ya está convocada la orden de la convocatoria del programa de solidaridad alimentaria. La fundación tiene la oportunidad de renovar la ayuda procedente de la Junta.

La “Olla Comunitaria” asiste ahora a entre cuarenta y cincuenta familias. Comenzó en febrero del año 2012. Está en su tercera edición y todo parece indicar que habrá una cuarta. La posibilidad de volver a tener fondos públicos es crucial para la viabilidad del proyecto. El nombre de la iniciativa alude a las cocinas en grupo que los participantes del programa realizan en un local ubicado enfrente de la Asociación de Vecinos Passo. Lo normal es que se haga tres días a la semana.

María del Carmen Cruz García, directora en Jaén de la Fundación Don Bosco, sabía que la publicación de la orden era inminente. “Es una gran noticia. Por supuesto que nos presentaremos. Si todo sale bien, volveremos a tener los apoyos de la Administración andaluza”, señala en declaraciones a este periódico. Remarca que el trabajo que realizan los tutores —y educadores— del proyecto se centra en la “intervención social” de familias que atraviesan momentos especialmente delicados. “Los participantes tienen garantizada la alimentación. Además trabajamos con ellos parcelas muy imporantes”, asevera. Cruz alude a labores destinadas para potenciar la autonomía de los usuarios: sesiones de alfabetización digital, la preparación y orientación de currículos y el aprendizaje del castellano —en casos de extranjeros—, así como la obtención del Graduado Escolar de jóvenes con problemas.

reto. Para formar parte de la “Olla Comunitaria” es imprescindible la seriedad de los participantes. “Trabajamos en función de cada familia. Hacemos un plan de intervención individualizada. Las personas asistidas se comprometen a trabajar según los objetivos fijados con anterioridad. Hacemos un seguimiento mensual”, desgrana Cruz.

El desafío de la Fundación Don Bosco es tan complicado como interesante: lograr la inserción laboral de los auxiliados en el programa. “Antes hay un proceso lento y laborioso con un fin: que cada persona adquiera competencias básicas. Las familias castigadas por el paro precisan de más tiempo. No se puede hablar de resultados en el mercado sin hacer, previamente, un esfuerzo de intervención social”, aclara. La iniciativa, agrega Cruz, no es un programa asistencialista. “Ya tenemos un caso de una mujer que hace prácticas en empresas”, reivindica.