El rugido del oso eriza las escamas del lagarto

El Gran Oso Blanco actúa tras Rosendo y deleita a
los espectadores con uno de sus directos más movidos

25 jun 2018 / 20:08 H.

Eran las dos de la madrugada y media luna brillaba con fuerza en la noche jiennense. La XXV edición del Lagarto Rock había pasado ya su ecuador y, en su recta final, el público sintió la misma adrenalina que los cantantes que formaron parte de uno de los encuentros más respetados, venerados y mejor acogidos de la capital. Independientemente de los premios, la música ganó esta velada que despuntó con la actuación de El Gran Oso Blanco, un grupo local de formación reciente compuesto por integrantes que ya habían actuado en algunas ediciones del festival, como fue el caso del guitarrista y vocalista Kike Gutiérrez y el batería Paco Reig con Las mierdas, su anterior banda. Ellos fueron los encargados de amenizar la velada tras Rosendo.

Con un disco homónimo al grupo, y acompañados de Sebas Bautista a la guitarra y Sergio Navas al bajo, el rugido del oso se escuchó con fuerza sobre las escamas del lagarto con temas como Pájaros muertos, La danza de la humanidad y La arena y la sal, con los que abrieron el concierto. Esta última canción cuenta con el reciente estreno de su videoclip, grabado por el director jiennense Carlos Aceituno, y fue la primera vez que la cantaron en directo, algo que emocionó especialmente a su vocalista.

Abismos, Mi propia voz, La carne y el hueso e Impostor dieron paso a una conexión con el público en la que los artistas se volcaron, los invitaron a cantar, bailar y dejar que el rock corriese por sus venas. “Tocar tras Rosendo es la hostia. Es un referente del rock en este país. Y hacerlo, además, en su gira de despedida, y en nuestra ciudad, es algo que nos ilusiona. Me alegra que, por fin, haya vuelto el Lagarto, tras 8 años de espera. Es un encuentro que he vivido desde joven y que incluso gané con Las mierdas, en 1996. Esta es la sexta vez que tocó en el festival, contando el homenaje que se hizo. Para ser sincero, creía que nunca más iba a volver, por eso pienso que es una noche mágica”, afirmó Gutiérrez.

La actuación iba “in crescendo” según sus canciones acababan y empezaban otras, como Impostor, Nigredo o Sr. Ciempiés. Y es que volver a La Alameda y pisar un escenario que ya les era conocido les resultó una experiencia maravillosa. “La ausencia de las salas de conciertos hace que sea difícil tocar. Yo gané mi edición con 22 años, cuando la ilusión máxima era estar en un Lagarto. Creo que deben venir grupos de personas más jóvenes y animarse a ofrecer sus mejores directos, que los hay”, explicó el vocalista.

La banda se despidió con Uno de los nuestros, Cordura y Un día en Texas, una versión de Parálisis Permanente, una grupo de rock gótico y punk de la década de los 80.