Carrera de fondo hacia el futuro

Un nuevo curso de la Academia de Baeza está en marcha y las aulas vuelven a llenarse con más de 1.800 alumnos entre guardias y suboficiales. El día a día, con un ritmo incesante, está milimétricamente coordinado

30 oct 2017 / 10:29 H.

Cada día el milagro se obra: en una hora y media comen más de 1.800 personas”. Lo dice el coronel Juan Miguel Jiménez, al frente de la Academia de Guardias y Suboficiales de Baeza desde marzo de 2014, como sencillo ejemplo de la milimétrica organización necesaria para el correcto funcionamiento cotidiano de este centro de formación de referencia de la Guardia Civil, en el que conviven 1.825 alumnos y otros 300 profesionales entre profesorado, instructores y personal de servicios. La institución baezana afronta ya la quinta semana de curso, el segundo en el que las promociones crecen de forma considerable tras los años de recesión económica y reducción de la oferta de empleo público. Son, exactamente, 1.626 alumnos los que componen la 123 promoción de acceso a la escala de cabos y guardias, más 199 de la de suboficiales. Las instalaciones y el profesorado están más que preparados, de hecho, en los años inmediatamente anteriores a la crisis, llegaron a pasar cada curso más de 4.000 alumnos por allí. A pesar de ello, como explican, la cifra actual es la idónea para la buena marcha del calendario formativo. De estos 1.825, cerca de la mitad, 905 aspirantes, proceden de la vida civil y este supone su primer contacto con la disciplina militar. Parten desde cero pero, como ellos mismos reconocen, llegan preparados y mentalizados para afrontar estos meses de trabajo. De hecho, el perfil de los alumnos evoluciona de forma significativa desde las últimas convocatorias: son más mayores —una media de edad de 28 años— y tienen mejor formación académica, de hecho, más de un 25% tiene estudios universitarios.

Fue el 2 de octubre cuando las unidades volvieron a llenarse de vida. Baeza recibió a los más de 1.600 nuevos guardias y la adaptación, como explica el coronel, trata de hacerse lo más rápida posible. “Antes de llegar, les enviamos una carta a su casa para explicarles todo lo que necesitan, con información que les facilite la incorporación aquí”, detalla. Además de la documentación necesaria, les indican cómo deben llevar el pelo y lo que no debe faltar en su maleta.

“Una vez en la Academia, se les entrega un plan de acogida, en el que la información que se les remitió es más exhaustiva, tanto de la academia como de su entorno, hasta información turística de Úbeda y Baeza”, explica el director del centro. No es extraño este último detalle, si se tiene en cuenta que llegan a la comarca de La Loma jóvenes desde puntos del país tan distantes como las Islas Canarias (62 este curso), Galicia (102) o el Principado de Asturias (78) y, en un permiso de fin de semana, evidentemente, no tienen tiempo para volver a sus ciudades. Asimismo, Baeza siempre ha resaltado la importante repercusión en la economía local de la presencia de la academia de guardias.

“Somos conscientes de que es un choque muy fuerte, especialmente para aquellos que proceden de acceso libre y no han tenido contacto alguno con la vida castrense. Vienen de estar en casa muy bien atendidos por sus padres y aquí comparten el día a día con 1.800 personas”, reconoce el coronel Jiménez. Por este motivo, tienen una figura decisiva para el éxito de esta adaptación: “Se trata de la del tutor, el que vela por las inquietudes colectivas y personales que puedan tener los alumnos. Ahora que, por ejemplo, las edades son más elevadas, puede existir algún caso de un proceso de separación o problemas familiares. Además, si la cuestión puede tener efectos académicos, hay un grupo de orientación educativa con pedagogos para afrontar con éxito el plan de estudios”. “Nuestra mayor ilusión es que todos hayan superado con aprovechamiento el curso cuando llegue el 15 de junio”, confiesa con entusiasmo el coronel, mientras que abre las puertas del centro a este periódico para mostrar su día a día, una oportunidad de excepción.

bienvenida. Así, durante las primeras jornadas, los alumnos reciben las primeras órdenes, el vestuario con los uniformes, se les enseña el centro, sus horarios, la información docente y el funcionamiento de lo que será su nueva “casa” durante los próximos meses, las 29 hectáreas que ocupa la Academia, las que recorrerán, siempre a buen paso, cientos de veces hasta junio. Cada una de las unidades, edificios en los que viven y estudian y el espacio en el que pasan la mayor parte del tiempo los jóvenes guardias, se componen de aulas en la planta baja y las camaretas, en las superiores. Al frente de estas compañías hay un capitán responsable, también adscrito a un departamento de formación, y tres tenientes. En este curso, como detalla el responsable del centro, existen once unidades de guardias, dos más destinadas a mujeres —en las que se alojan, ya que para el resto de actividades están junto con sus compañeros— y dos más para los suboficiales. Estas fueron construidas en diferentes momentos desde la puesta en marcha de la Academia en 1984, pero todas las instalaciones son periódicamente remozadas para dar respuesta a las necesidades de cada promoción.

Cuentan, entre otros espacios, con aulario independiente, pistas de atletismo, campos de tiro y una pista americana, además del comedor. Especialmente orgullosos están en el centro del “botiquín”, un centro sanitario con varias consultas, salas de curas y zona de hospitalización, que podría ser la envidia de muchas zonas rurales. Allí, dos médicos —el teniente coronel médico es José Antonio Povedano Berbel y, junto a él, el civil Emilio Pérez-Bosch Macías— y tres enfermeros prestan reconocimiento médico ordinario. Existe también un servicio de urgencias, además de disponer de una ambulancia a pie de pista para los ejercicios prácticos. Cada principio de curso se refuerza el personal para el control de vacunas de todos los alumnos —han de recibir dosis para la Hepatitis A y B y la triple vírica, entre otras— y los reconocimientos para la adquisición de permisos de conducción especiales.

El curso se dividirá en dos partes diferenciadas: la primera se desarrollará en el centro hasta el próximo 14 de junio y una segunda, que consistirá en la práctica durante cuarenta semanas de todo lo aprendido en Baeza. Estos primeros días, por ejemplo, realizan las clases teóricas de tiro, las únicas que se realizan en el aula. Son, como detallan los responsables de la “asignatura”, horas para que adquieran unas nociones generales, la teoría elemental enfocada a que después trabajen en el campo de práctica. En defensa personal, ocurre lo mismo. Con un espacio específico para estas clases —se recrean espacios públicos o privados, desde un bar a una vivienda, para que aprendan en las condiciones “más reales posibles”—, los profesores e instructores trabajan desde cómo realizar una identificación de una persona en una situación normal hasta controlar situaciones de estrés. Aprenden a cómo entrar a inmuebles con seguridad, detener un vehículo e identificar a los ocupantes o cómo reducir a un agresor con arma blanca, siempre, como indican, con actuaciones “por escalones” para asegurar la proporcionalidad. Además, realizan prácticas de engrilletamiento, con defensas extensibles (bastón policial en uso desde 2013) y técnicas dinámicas sobre control a manos vacías. Mención especial requiere el “red man”, traje acolchado para escenificar situaciones de estrés lo más reales posibles todos los alumnos. Pero no todo es acción.

Como reconocen los nuevos alumnos hay mucho que estudiar. Tienen, por delante, seis módulos en los que trabajarán materias como derechos fundamentales y principios generales del Derecho, estructura de la Guardia Civil, metodología de la instrucción, prevención de la delincuencia, dirección de intervenciones policiales, protección de la seguridad (armas, medioambiental, inmigración irregular y drogas); psicología aplicada; catástrofes y emergencias; instrucciones de diligencias; procedimientos penales; normativa fiscal y aduanera, y tratamientos informáticos de la planificación y control de servicio, entre muchas otras “asignaturas”. Además, se contempla un módulo completo en lengua extranjera, en este caso, inglés.

El cuadrante de horarios, desde las seis y media, cuando se toca diana cada día, hasta las diez en punto, cuando llegan las horas de silencio, es una compleja ecuación que supone el punto de partida para que todo funcione a la perfección.

Y de que así sea depende que estos jóvenes logren el sueño por el que luchan desde hace meses. Los antecedentes familiares, la vocación de servicio ciudadano y la posibilidades de ascenso profesional son algunas de las principales motivaciones detrás de la decisión de estos aspirantes a guardias civiles. Mucho ha cambiado la realidad profesional que se encuentran aquellos que hoy salen de la benemérita academia al desempeño de los guardias que, sin ir más lejos, lo hacían en las primeras generaciones que salieron de la institución baezana, ni qué decir décadas antes. Desde la propia existencia de la teléfonía móvil, como reconoce el coronel —recuerda ya con nostalgia hasta el salto que representó el primer “busca”—, ha supuesto un importante paso en la vida de cualquiera de los cerca de 2.000 puestos en toda España, pero los retos también crecen en una sociedad cada vez más compleja. Estar a la altura de los desafíos del siglo XXI también está en el horizonte de los aspirantes y la institución académica. Y en ello trabajan.