Una manifestación más

19 mar 2019 / 10:14 H.

Si Torra y su séquito subvencionado pretendía mostrar ante la opinión pública internacional un estado opresor que impide la libre manifestación, incluso cuando esta reivindicación suponga un ataque frontal a la legislación vigente, se dio con un canto en los dientes. Esta diada exprés por las calles de Madrid contó con un marco perfecto para cualquier reivindicación, en esto la capital tiene el pellejo duro y soporta estoicamente ser el “manifestódromo” del resto de España, son los peajes de la capitalidad. Sin embargo, no hubo incidente alguno, el estado opresor veló para que todo discurriera dentro del marco de la ley y se contó con la suficiente protección policial para que la revolución de la sonrisa torcida siguiera así. De este modo, no hubo fotos de cargas ni malos gestos de unos madrileños que dieron, de nuevo, una lección de civismo. Si, por otro lado, lo que se pretendía era presionar a la justicia española parece que también pincharon en hueso. Después de tanta declaración bien aprendida, los flecos sin cerrar aparecen y el relato se muestra tergiversado de principio a fin, no se trata de poner desde aquí apellidos al juicio, pero sí constatar la gran mentira a la que sometieron a una ciudadanía crédula que apostó contra la otra mitad de la ciudadanía catalana y que dio carta de libertad a sus políticos para obrar contra esa otra mitad incómoda. Un desgobierno que quizá, en función de nuestra legislación no pueda ser acusado de rebelión, pero sí de otros cargos de cierta gravedad y, sin duda, de malversación de fondos públicos. Al contrario de quienes plantean que no se debía llegar a este punto, vistas las acciones y donde estaban dispuestos a llegar el camino judicial era un trayecto obligatorio. Después hablamos.