Líneas rojas tras los ataques

23 ago 2017 / 10:45 H.

Tras los atentados de la pasada semana ocurridos en Barcelona y Cambrils, los ciudadanos han mostrado su dolor y su condena por la sinrazón del terrorismo. Al pesar por la muerte de quince personas y por las decenas de heridos de los ataques se une la impotencia por la acción de quienes, apoyándose en un concepto desvirtuado de la religión, acaban con la vida de inocentes, a los que etiquetan de “infieles” y consideran el enemigo que hay que extinguir. Carece de sentido intentar buscar una justificación desde la razón para algo que no la tiene, porque el terrorismo nunca, bajo ningún concepto, puede tenerla. Duele especialmente que los protagonistas de los ataques sean jóvenes supuestamente integrados en sus municipios, en su sociedad, y que se dejen llevar por quienes, utilizando el extremismo más atroz, les prometen el paraíso a cambio de dejar en su tránsito un infierno de dolor para decenas de víctimas inocentes.

Uno de los peligros en los que se puede caer es apuntar con el dedo acusador a quienes comparten una misma religión con los terroristas, haciéndolos culpables por elevación del dolor sembrado. Las redes sociales se han llenado durante estos días de mensajes y comentarios en este sentido, que se sitúan fuera de la razón y que, por fortuna, no son el denominador común de una sociedad como la española, por desgracia curtida en el padecimiento del terrorismo. No deberían cruzarse esas líneas rojas, que sitúan a sus autores en posiciones más cercanas a la xenofobia. No se puede luchar contra la sinrazón del terrorismo con actitudes que también suponen la condena de personas inocentes a las que se apunta con un injusto dedo acusador.