La confianza

25 feb 2017 / 10:49 H.

Parece que al final habrá oposiciones para Primaria y conservatorios en Andalucía, como afirmó nuestra presidenta muy ufana y desafiante, con lo que ya no me cabe ninguna duda: ni a la Junta de Andalucía, lo que es muy grave, ni a los sindicatos, lo que me parece además bochornoso, les importa “un pimiento” el bienestar de los trabajadores andaluces. Los interinos, por si alguien lo ignora, llevan a cabo una labor igual o mejor que cualquier funcionario, en condiciones de clara desventaja. Sin ellos el sistema educativo no funciona. Resulta cruel que demostrando día a día su capacidad y habiendo, muchos de ellos, aprobados ya alguna vez (¿cuántas veces hay que aprobar unas oposiciones?) se encuentren en esta situación. El sistema de oposiciones es injusto y anticuado, pero, si aun así hay que convocarlas, habría que hacerlo cuando sea lo común en el resto del país. Una convocatoria solo para Andalucía es absurda. Aquí, al contrario que en otras comunidades, no hay trabas para que vengan de fuera, así que hay que ser muy necio o demasiado listo para, pese al indudable efecto llamada, mantener esta convocatoria. Qué triste resulta comprobar la falta de sensibilidad de un gobierno hacia la educación, que debería ser el principio básico de unos políticos honestos y responsables. En esto el gobierno andaluz es como el de España, solo que, además, más torpe.

Hace unos días, los sindicatos policiales achacaban el repunte de la delincuencia en Jaén al escaso número de efectivos en la plantilla de la Comisaría. Ahora son los sindicatos de clase los que se manifiestan contra la subida de la siniestralidad laboral, que ha hecho que nuestra provincia se ponga a la cabeza de Andalucía en el número de accidentes de trabajo. Entre las medidas paliativas que exigen a la Administración está el aumento de inspectores de trabajo, cuya labor preventiva en esta materia es determinante para evitar los accidentes laborales, ya que con la actual plantilla de la Inspección Provincial de Trabajo y Seguridad Social de Jaén es imposible comprobar que todas las empresas cumplen los preceptos de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. La hucha de las pensiones se habrá roto el año que viene y la comisión de sabios, constituida para abordar el problema, propone elevar la edad de jubilación y sufragar el déficit de las pensiones vía Presupuestos Generales del Estado, lo que llevaría a una subida de impuestos. Sin embargo, la solución está en erradicar el alarmante fraude a la Seguridad Social y es aquí donde los Inspectores de Trabajo juegan un papel fundamental. Con la reforma laboral, muchos contratos se han reconvertido a jornada parcial, aunque los afectados siguen echando las mismas o más horas que antes, por las que no se cotiza a la Seguridad Social, ni se recauda a efectos del IRPF. A este fraude hemos de sumar el de los tantos y tantos pensionistas por incapacidad permanente, a los que pagamos con nuestros impuestos porque están imposibilitados, supuestamente, para cualquier actividad laboral, y luego los vemos trabajando “sin papeles”, sin cotizaciones y, lo peor, robando las esperanzas de encontrar empleo a los que realmente están sin trabajo y en extrema situación de necesidad. Si no existiera este insoportable fraude, no haría falta nuevas subidas de impuestos ni de la edad de jubilación para que el Estado pueda pagar las pensiones. Es por eso que los recursos públicos tienen que destinarse a aumentar las plantillas de policías e inspectores, antes que las de innecesarios asesores.

La confianza es un bien precioso, un tesoro que debe ofrecerse con cautela, porque es la parte más bella de una amistad. Cuando hablamos de confianza, nos referimos a las emociones positivas que garantizan la fuerza de un vínculo. Sin embargo, la manera cómo la persona confía en los otros es uno de los aspectos que define su personalidad. Una autoestima baja, una infancia traumática o haber tenido un dolor por una traición dificultan nuestra capacidad de confiar en el otro. Porque pocas cosas pueden traer más sufrimiento emocional que estar siempre a la defensiva, temer ser herido o traicionado en nuestras relaciones cotidianas. Por lo tanto, confiar en el otro es acabar con esas incertidumbres para simplificar las relaciones personales. Si no luchamos por llevar una vida normal, desarrollaremos un comportamiento neurótico que nos desvinculará completamente de la realidad, de nuestro equilibrio personal. Las decepciones más dolorosas son aquellas que vivimos con las personas más cercanas. En esos casos, lo más problemático es que esa desconfianza se extiende a otras áreas de nuestra vida: comenzamos a desconfiar de todo, nos cerramos y aislamos de los demás. Cuando actuamos de esta forma, lo queramos o no, entramos en una incertidumbre irremediable, cuando en realidad nosotros estamos predispuestos genética y evolutivamente a conectarnos con las personas a nuestro alrededor. Confiamos para construir lazos, para fortalecernos psicológica, intelectual y emocionalmente, y para que desarrollemos lo que ahora se llama “inteligencia vital”. Una inteligencia consciente y vital es una invitación directa a la supervivencia y a la autorrealización, donde la confianza en nosotros mismos y en los demás es el substrato más poderoso para darnos valor.