Querer que nos quieran

19 feb 2017 / 11:41 H.

La educación lo es todo. El principio y el fin. En sus encerados el hombre estudia su destino. Porque no es una industria sino “la industria”. Sin embargo, la robotización, que pone en peligro 2.000 millones de puestos de trabajo, la inequidad, entre quienes pueden pagar o no unos pupitres cada vez más caros, y la dudosa capacidad del dinero, por sí solo, para crear mejores estudiantes suman poderosas incertidumbres. La finalidad del sistema educativo es el desarrollo pleno de todos los ciudadanos, tanto personal como profesional. La educación debe prepararse para una vida activa, participativa y completa, pero también para el mundo laboral. La verdadera equidad en la educación es la que garantiza las mismas oportunidades a todos los estudiantes, sea cual sea su situación económica. En el caso de España, es difícil porque (quizá imposible, visto desde la perspectiva de hoy) instar ese debate, llegar a un diagnóstico y favorecer una acuerdo político que mantenga las políticas educativas necesarias para afrontar el futuro. Y es difícil porque los agentes políticos implicados no son capaces de abandonar las posiciones maniqueas (formación humanista-formación tecnológica), o la pelea en las cumbres del pensamiento entre humanismo y pragmatismo educativo. No es por ahí. En términos puestos a ras de tierra, resulta que existen sociedades avanzadas donde las presidencias de los consejos de administración están ocupadas por ingenieros o personas cuyo acceso al mercado de trabajo vino a través de la formación profesional. Y esas personas son capaces de identificar la batalla de tener una posición sobre el debate en torno a los guardianes de la Constitución.

las afirmaciones que Donald Trump hizo sobre los periodistas, acusándolos de ser los seres más “deshonestos” del mundo me parecen desacertadas. Sin embargo, a pesar de eso y otras cosas, me llama la atención que casi nadie, tampoco periodistas, ha comentado una decisión suya que me parece muy acertada, que es frenar el aborto. Me alegro de la decisión de suprimir los fondos públicos para financiar el aborto fuera de Estados Unidos, ya que el derecho a la vida es el primer derecho humano. La multinacional abortista “Planned Parenthood” tiene motivo para estar muy preocupada, y me alegro. Tampoco se ha dicho prácticamente nada de que decidiera que el vicepresidente de Estados Unidos asistiera a la Marcha por la Vida en Washington. Lo justo es criticarle todo lo que atenta a derechos humanos, a la vez que reconocerle algunos aciertos, y desde luego su postura sobre al aborto me parece una excelente noticia, que esperemos cumpla... a la vez que espero que no cumpla muchas de sus restantes promesas. La crítica desde los medios de comunicación debe ser completa, sin esconder aspectos que a millones de personas nos parece muy positivo, como es el derecho a la vida de los concebidos y no nacidos.

el preocupante ascenso de los populismos en Europa es un síntoma elocuente de la profunda crisis que estamos viviendo. Marine Le Pen es el paradigma de un tipo de seudopolítica, y las encuestas la sitúan como probable vencedora en una primera vuelta de las elecciones presidenciales en el país vecino. La líder del Frente Nacional ha arrancado el primer fin de semana de febrero en Lyon su campaña electoral presentándose como la candidata del pueblo. Le Pen ha centrado su discurso en atacar a la globalización económica y a lo que denomina la tiranía europea, y en prometer una lucha decidida contra la inmigración ilegal y contra la presencia del islam en Francia. El suyo es un relato necesariamente grosero porque huye de cualquier matiz, pero hace mella en una población angustiada por los ataques terroristas, que teme perder el bienestar adquirido y piensa que su identidad está en riesgo por la llegada de masiva de inmigrantes. Un buen caldo de cultivo para que fructifique el populismo.

Tuve una magnífica y sincera amistad con una mujer a la que admiraba por su entrega absoluta a su familia. Tenía una hija única de 40 años a la que se dieron todas las complacencias y condescendencias imaginables; estaba separada y vivía con los padres y dos hijas pequeñas, pero a pesar de que sus padres las mantenían y eran sus vasallos, los trataba con desdén y soberbia, chantajeándolos con que tenían obligación, porque ella no pidió venir al mundo. La mujer se confesó conmigo y le aconsejé cortar por lo sano y no permitir que en su propia casa su hija le tratara con tanta crueldad. Meses antes de morir la encontré y con lágrimas en los ojos me dijo: “Cúanta razón tenías, no he recibido de mi hija el más mínimo conato de agradecimiento ni ayuda en las circunstancias que me encuentro. ¿Qué he hecho mal?”. Tenemos que ayudar y apoyar a nuestros hijos, pero no permitir ni de ellos ni de ningún otro familiar faltas de educación, respeto y agradecimiento al menos mientras vivan bajo nuestro techo. Cúantas familias en situaciones similares por falta de decisión! A veces por miedo a romper soportamos una relación degradante pensando que más vale así que no tenerlos, y eso es un gran error. No es una desgracia que no nos quieran; la desgracia es querer que nos quieran cuando no nos quieren querer.