Animalismo y personas

24 dic 2016 / 09:50 H.

a lo largo de este año que se nos acaba, hemos venido recibiendo noticias sobre diversas masacres de cristianos en muy diversas zonas del mundo. Ya estamos acostumbrados, pues es la noticia semanal que olvidamos al día siguiente.

Sin embargo son hechos que deberían producir en nosotros alguna reflexión que nos deje huella. Y es que esos cristianos, mártires de hoy, viven en países en los que están absoluta minoría frente a otras religiones y muchas personas que los odian. Tienen un mérito excepcional. Saben que están permanentemente en el “punto de mira” pero no abandonan; viven en su patria y allí tienen su medio de vida y conviven y respetan a los demás. Solo desean vivir en paz. Y tampoco tienen fácil la salida. La fe cristiana que profesan les lleva a aceptar la muerte si llegara con la fortaleza que otorga el Espíritu Santo. Son los mártires de hoy y debemos pedir por ellos.

Cómo nos tienen que servir de ejemplo. En España vivimos muy tranquilos. Hay mucho descreimiento en la sociedad y el “ambiente” está cargado de laicismo agresivo, pero en mi opinión, se puede vivir cristianamente sin graves problemas si se desea de verdad. Lo que ocurre es que muchos cristianos nos “dormimos en los laureles” y llevamos una vida muy tibia invadida además de “respetos humanos”. Muchos quieren pasar desapercibidos.

Está claro que ese ansiado “estado de bienestar” que es la “meta” de muchos hombres y mujeres de hoy, es decir “tener y disfrutar” lo más posible, es muy poco compatible con una vida cristiana exigente. A veces necesitamos un “mal rato” para reaccionar y vivir la Fe, la Esperanza y la Caridad que recibimos en nuestro Bautismo con valentía y coherencia. Se dice con acierto que la “sangre de los mártires es semilla de cristianos”. También de ese ejemplo admirable de estos mártires de hoy brotan nuevos cristianos allá donde menos se piensa. Así que vamos a pedir al Señor que esa semilla germine en el corazón de cada uno de nosotros, para que seamos fieles cristianos, ahora y en cualquier circunstancia más adversa que pueda presentarse.

día 18 de diciembre se celebró la fiesta de la Virgen de la Esperanza. Esta fiesta se celebra una semana antes del día de Navidad y se celebra para conmemorar la expectación de María ante la proximidad del parto. En muchos lugares de nuestra tierra de Jaén y de toda Andalucía se tiene devoción a esta advocación mariana. Y además en la mayoría de los casos estas devociones ocupan un lugar especialísimo dentro del marco inconfundible y privilegiado de la semana Santa. La Esperanza para los cristianos, además del nombre que se le da a la Virgen, como no podía ser de otra manera, pues la Virgen es la gran esperanza de los cristianos, es una virtud teologal. Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad. La virtud de la esperanza es la confirmación de que tras la espera viene todo lo bueno que la fe nos promete. ¿Y qué es eso bueno que la fe nos promete? ¿Cuál es el contenido pleno de la gran promesa? La promesa es vivir inmersos en la exuberante y dichosa plenitud del amor. Vivir inmersos en Dios. Por lo tanto ante la adversidad, ante la contradicción, ante el desaliento, ante la tristeza, tenemos que saber que ante todo: brilla la esperanza, y que la esperanza es la certeza de que aquello que Dios nos ha dicho en su día se cumplirá. Y por ello no podemos quedarnos tras los nubarrones del mal en sus diversas formas y tenemos que descubrir, cada día, la belleza que esconden la fe y el amor. Ciertamente nuestro mundo de hoy no es un mundo apetecible para vivir con optimismo la esperanza, pero tenemos que tener una fe suficiente como para darnos cuenta de que la esperanza da color y viveza a la oscuridad de tantos y tantos acontecimientos. Nuestro Dios es un Dios de esperanza y por lo tanto esa esperanza y sus sabrosos frutos nos llegaran a todos; y mientras nos toca actuar y perseverar fielmente con el objetivo de construir un mundo mejor, un mundo en el que la esperanza, la fe y la caridad florezcan y resplandezcan en todo y para todos.

Hace pocos años se introdujo en el Código Penal el delito de maltrato a los animales, cosa lógica, porque el degenerado que disfruta matando, o algunos espectáculos pueblerinos de puro gamberrismo ó salvajismo, no deben tener sitio en una sociedad civilizada. Pero nada de esto tiene que ver con la caza o con la tauromaquia, y menos con el rechazo de ésta, no por respeto a los toros, sino por razones políticas o hispanofóbicas. En lo relativo a los animales se impone el sentido común; se han dado muchos avances en políticas de protección, que forman ya parte de nuestro patrimonio intelectual. Pero en otro lado están los que se exceden en el lado animalista, bien animalizando al ser humano, o humanizando a los animales. Cuando en el mismo saco se meten hombres y animales, la confusión es mayúscula, y se acaba tildando de asesinos a cazadores y toreros, se identifica el zoo o el circo con la cárcel, o las granjas y los mataderos industriales con campos de exterminio. No podemos confundir el amor y la protección de los animales, con la reclamación de “sus derechos”, quitando derechos más fundamentales a la persona. Es paradójico, algunas personas humanizan al animal, y admiten al mismo tiempo que a las personas se les dé un trato que no admitirían para los animales. ¿En qué quedamos, el animal “piensa y ama” más que la persona? ANTONIO GAISSE / Jaén