Cáritas, una ventana de esperanza

20 sep 2016 / 17:30 H.

Una historia real, de las tantas que llegan a Cáritas, frecuentemente: Una mujer llega a la Parroquia a solicitar ayuda por primera vez, y la atiende un joven del equipo de Cáritas. Se trata de una mujer viuda, de menos de 40 años, con 5 hijos, el mayor, de aproximadamente, 12 años; poco más de 300 euros de subsidio familiar. Duermen en el suelo, y comen por turnos, pues, sólo tienen tres sillas y una mesa prestada. En la visita, junto a otros compañero, se encuentran con una vivienda de tres habitaciones en dos plantas; unos 50 metros cuadrados útiles, por el precio de 150 euros de alquiler. El hueco de la escalera hace de cocina con un “camping-gas”. El baño está en la terraza y provoca alguna gotera. La ropa está guardada en bolsas y cajas de cartón; dos camitas y un colchón, que sacan al salón cada noche; la mesa es de plástico. El párroco lo dice en las misas del fin de semana, y las ayudas no tardan en llegar. Todos quieren hacer más dignas sus vidas, incluso, dos jubilados se prestan para hacer alguna chapuza eléctrica o de albañilería. Hasta tener que decir no a algún ofrecimiento. Como asegura Cáritas: Nada como involucrar a la comunidad cristiana en estos problemas. Nada como “abrir los ojos, para que el corazón sienta”. Ahora se trata de buscar trabajo a esta mujer, pues su formación y sus posibilidades son escasas. El Programa Diocesano de Empleo tendrá que involucrarse en el caso. Cáritas habrá de acompañarla a los servicios sociales, en muchos casos, burocratizados e insuficientes. Feliz, este equipo incansable, ha experimentado, una vez más, que involucrar a toda la comunidad es una tarea evangelizadora de primer orden: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, estuve desnudo, y me vestisteis....”. Y termina Juan Raya Marín, delegado episcopal de Cáritas Diocesana de Jaén: “Ya ven, los más pobres de los pobres, siguen llegando por Cáritas, una ventanita de esperanza”.