Hipocresía

30 sep 2016 / 17:30 H.

Me desuela las entrañas al contemplar y al oír a diario las noticias de las guerras y las consecuencias de las mismas. ¿Hemos perdido el alma? Cada vez que recuerdo el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas me pregunto: ¿Para qué sirve esta institución? ¿Para qué se hizo? Es triste, vergonzoso y, a la vez, doloroso el analizar cada uno de estos párrafos y palabras que, a continuación, transcribo y que son dignas de alabanza y sensatez, si verdaderamente se estuvieran practicando. Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos, hemos decidido aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios. ¿No se nos rompe el corazón, al ver a diario, el sufrimiento y horror de tantas y tantas personas?

¿Cómo podemos consentir que por intereses económicos, políticos o religiosos se estén matando a niños, mujeres y ancianos indefensos? ¿Tan difícil es buscar un equilibrio y mantener diálogos para encontrar la paz, el progreso y la solidaridad en el mundo? Por favor, analicemos bien cada una de esas palabras que se firmaron en La Carta de las Naciones Unidas el 26 de junio de 1945 en San Francisco, entrando en vigor el 24 de octubre del mismo año. En aquella fecha integraban la ONU 51 países, ahora son 193. ¿No es posible que con esta cantidad de países no se pueda cambiar de forma radical la situación que tenemos en nuestro planeta? Habría que reestructurar esta institución para que realmente cumpla esos objetivos que se firmaron y que se comprometieron a hacerlos efectivos. No se puede consentir que los intereses de algunos acaben con el resto imponiendo sus criterios. Este órgano debe tener la suficiente fuerza democrática para sancionar con arresto, posturas inaceptables, vengan de donde vengan.