Política pueril

05 mar 2019 / 12:39 H.

Hace unos días me topé leyendo con una cita de Cecilia Meireles, poetisa brasileña del siglo XX, que decía: “Hay personas que nos hablan y ni las escuchamos, hay personas que nos hieren y no dejan ni cicatriz, pero hay personas que simplemente aparecen en nuestra vida y nos marcan para siempre”. Esas personas que aparecen en un momento determinado, en cualquier situación de nuestras vidas, son las que realmente cambian la sociedad. Estas son las que respetan esos derechos inalienables inherentes al hombre. En una gran mayoría de nuestra sociedad, de nuestro planeta, estos derechos son negados a millones y millones de seres humanos. La rusa Alisa Zinóvievna Rosenbaum, de seudónimo Ayn Rand, decía que los derechos inalienables de las personas eran: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. No debemos olvidar nunca que estos derechos no pueden ser legítimamente negados a las personas, ninguna potestad, ni régimen tiene capacidad para negarlos, ya que forman parte de esa esencia, insisto nadie tiene competencia para negarlos, pues son constitutivos de la naturaleza humana. No permitamos que ni por ideologías radicales y fanatismos religiosos desaparezca nuestra libertad, que tanto costó a nuestros padres y abuelos conseguir. Una gran parte del tejido social está desencantado y ve el decaimiento de una sociedad que va perdiendo fuerza en los valores democráticos debido a esa falta de ilusión y lucha por mantener ese espíritu que siempre ha caracterizado a nuestra civilización occidental. No olvidemos que la inclusión es la clave de nuestra supervivencia, pero ojo con la forma en que se hace, inclusión es inserción en nuestra cultura y no imposiciones de estas que nos pueden conducir a la pérdida de derechos y libertades. No apartemos de nuestras mentes, que la excesiva permisividad, favorece el resurgimiento de tiranías en diferentes colores.

Son muchos los apodos atribuidos a nuestro aciago presidente: Doctor Calamidad, Doctor Fraude, Pedro el Okupa, Cum Fraude, Judas Sánchez, El Guapo, Falconetti, etcétera. De todos ellos, yo me quedo con el de Pedro el Mentiroso; cierto que todos encajan perfectamente en su perfil como persona y como presidente que nunca eligieron los españoles. Calamitosa ha sido toda su actuación antes y después de autoproclamarse gobernante de uno de los mejores países del mundo, al que no le importaba destrozar con tal de permanecer en La Moncloa. Para ello pactó con lo peor del mundo comunista, los más ultras de la izquierda que pretenden acabar con nuestro estado del bienestar y a los que quiere parecerse. Pactó con los filoetarras, herederos de los que durante muchos años estuvieron matando españoles y atemorizando a todos los ciudadanos. Pactó con los independentistas y golpistas que quieren trocear nuestro país y burlarse de nuestra Constitución y de nuestro rey. Este señor, llamémosle como queramos, proclamaba unas ideas antes de su indigna moción de censura y luego la contraria; ahora, utiliza todas las instituciones del Estado para promocionar su figura y su necedad, promoviendo disposiciones con “regalos” maravillosos al pueblo con el fin de comprarle el voto que le permita mantenerse en la poltrona. En la hipótesis de conseguir suficientes crédulos de sus promesas y obtener nuevamente el poder, al día siguiente volvería a pactar con lo peor de la clase política y España volvería a resquebrajarse, peligrando nuestro bienestar...

De nuevo una Infanta, representando a la familia real, ha presidido un acto de fe católica, según una antiquísima costumbre. Claro que ahora ya no se trata de presidir un Auto de Fe, la quema de herejes en la Plaza Mayor, sino el inclinarse ante la imagen del Cristo de Medinaceli. Esto sí que es hoy muy escandaloso, puesto que quebranta la nuestra Ley de Leyes, aprobada por el Parlamento, a pocos pasos de ese templo católico. Ruptura que solo puede explicarse por el deseo real de mantener el favor y voto de esa parte aún numerosa, pero muy decreciente, de súbditos que todavía quieren seguir siéndolo, en vez de ciudadanos de una república, como lo son ya los habitantes de nuestros vecinos europeos.

Contemplar cómo dos formaciones políticas que aspiran a gobernar España, Ciudadanos y Partido Popular, sostienen que Pedro Sánchez ganó la moción de censura con los votos independentistas, le hace a uno avergonzarse del paupérrimo argumentario político de dichos partidos, solo basado en una manipulación ingenua; lo que hoy gusta llamar “fake news”. Por la misma regla de tres y aplicando tan peregrino razonamiento, se puede decir que la derecha pactó con los independentistas al tumbar los presupuestos sociales de la izquierda. Por favor, para que se les entienda, en lugar de retorcer la realidad e inventar mentiras que agreden al intelecto de la ciudadanía, y si de verdad tienen fe en su programa electoral y consideran que es útil para el porvenir de la sociedad y la nación, comuniquen nítidamente qué políticas sociales, económicas y públicas llevarán a cabo si llegan al poder. O ¿para postularse en las urnas es la falta de honestidad que les hace escudarse en el engaño?